Cronista.
Toda actividad deja rastros de gases de efecto invernadero (GEI) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) da cuenta que la concentración del mismo en la atmósfera alcanzó un nuevo récord en 2019 y no ha dejado de crecer.
El GEI multiplicado por 11 desde 1961 ya representa el 60 por ciento del impacto total del hombre en el medio ambiente, según estimaciones de la Global Footprint Network. En este contexto, la opción de reducir o compensar la huella de carbono es el camino para mejorar la eficiencia, consumiendo energía de origen renovable, llevando a cabo campañas de concienciación; o bien invirtiendo en proyectos ambientales, pagando impuestos verdes o comprando toneladas de CO2 en el mercado internacional de emisiones, entre otras acciones posibles a llevar a cabo.
En este sentido, vale mencionar una novedad que trajo la "Ley Ómnibus", que mantiene atentas a las empresas de todos los sectores, porque contempla varios artículos en los que faculta al Poder Ejecutivo Nacional a generar un sistema de comercio de emisiones (mercado regulado de carbono) para dar la capacidad de asignar derechos de emisión de GEI a cada sector y subsector de la economía, compatibles con el cumplimiento de las metas de emisiones para 2023.
Desde la Mesa de Carbono Forestal Nacional explican que "esto se haría mediante el establecimiento de límites anuales y derechos de emisiones. Se posibilita, asimismo, establecer un mercado de derechos de emisión de GEI, en el cual quienes hayan excedido su meta puedan, a su vez, vender los servicios a aquellos que los necesiten para lograr su objetivo y evitar la penalización".
Una herramientas de las empresas para compensar sus emisiones es invertir en proyectos sustentables.
Belén Silva, Ingeniera Química y consultora especializada en ambiente explica que "el Mercado regulado es un mecanismo que funciona, es valioso, y es algo que existe en muchos países del mundo, pero, de todas maneras, vale destacar que en Argentina solo alrededor del 10 por ciento de emisiones provienen de las industrias, el resto es todo energía, transporte, residuos, agro, desforestación, etc. Es decir, que estas industrias que entrarían en el mercado regulado no representan un gran porcentaje nacional de emisiones".
Por eso, detalla enfáticamente, que en la nueva reglamentación habría que especificar a qué tipo de industria se reglamenta "si se empiezan a regular a las empresas de energía o de combustibles fósiles, ahí ya sería mayor el porcentaje que se abarcaría de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por su sigla en inglés).
Por otra parte, otro punto a tener en cuenta sobre esta novedad es que "hasta hoy la ley sólo se enfoca en sectores y actividades ‘emisoras' pero no prevé la posibilidad de compensar con créditos de carbono provenientes de proyectos externos a las actividades obligadas a reducir, como por ejemplo, los proyectos de carbono forestal o del agro, actualmente conocidas como Soluciones Basadas en la Naturaleza", remarca Juan Pedro Cano, Coordinador de la Mesa y agrega que "a nivel internacional, las iniciativas proactivas desde el Estado para el impulso de mercados de carbono regulados han generado impactos interesantes no solo en reducción de emisiones sino también en conservación, manejo sustentable y restauración de ecosistemas como por ejemplo en la Unión Europea, California y México, entre otros".
En Argentina solo alrededor del 10% de emisiones provienen de las industrias.
Los especialistas de la Mesa creen que la propuesta puede ser muy interesante, no solo para limitar y reducir emisiones de GEI, sino también para promover el desarrollo de proyectos de carbono en el país que puedan aportar a los procesos de reducciones de emisiones que se procura. Además, observan, de esta manera se pueden promover proyectos de reducción o captura de emisiones en sectores clave como el forestal, y de esta manera servir de incentivo a la conservación, manejo sustentable, restauración de bosques y plantación y manejo mejorado de plantaciones.
Compensar la huella
Hay dos tipos de empresas que compensan su huella de carbono, por un lado, aquellas que no logran reducir su impacto y lo llevan a los límites establecidos por ley, de acuerdo a las emisiones permitidas a su sector productivo. En este caso, dichas organizaciones deberán compensar el excedente dentro del Mercado Regulado. Pero también existe el Mercado Voluntario, en el que las empresas que deciden ser carbono neutral acceden por propia decisión.
Cuando se habla de compensar, básicamente se trata de solventar algún tipo de proyecto que, por su aporte al ambiente compense las emisiones generadas. Generalmente estos proyectos consisten en el desarrollo de energías limpias, que vayan reemplazando a los combustibles fósiles, protección de bosques con el objetivo de prevenir la deforestación, o actividades de reforestación de ciertas zonas protegidas, entre otros.
Silva menciona que "a través de las NDC cada país se compromete y asigna para sí mismo un límite de emisión de GEI. Se trata de límites que marcan a las industrias un tope de emisiones y genera una regulación de mercado. Dentro de ese mercado, las industrias que más emisiones generan, superando el límite asignado, deben comprar obligatoriamente bonos de compensación de huella".
Los gases de efecto invernadero representan el 60% del impacto total del hombre en el medio ambiente
En este sentido, la nueva reglamentación supuestamente estaría impulsando a las empresas a entrar a este mercado regulado, aunque habrá que ver cómo se implementa, a través de qué Secretaría o Ministerio. Cano afirma que "es necesario que el establecimiento de un mercado regulado de carbono contenga también normas que establezcan claridad y certidumbre sobre aspectos clave para el desarrollo y comercialización de proyectos de carbono, para facilitar su libre comercialización definiendo y delimitando claramente el ámbito de intervención gubernamental y garantizar la transparencia en las transacciones".
Compromiso corporativo
Los especialistas coinciden en que los Objetivos de Desarrollo Sostenible son un norte a nivel global que permiten a las empresas conocer dónde están, para luego entonces tomar acciones para mejorar. Las empresas que más indagan acerca de cómo trabajan y qué impacto generan todas sus acciones son las que logran ser más innovadoras a la hora de encontrarle la vuelta a la transformación organizacional. Así, se pueden ver algunos ejemplos locales de compromiso con la reducción de su huella de carbono.
Desde el sector financiero, una de las principales compañías bancarias explica que su objetivo es mitigar un 5,4 por ciento de las emisiones de carbono operacionales y continuar compensando el 100 por ciento de esta huella. Además, la empresa identificó que su consumo de energía eléctrica genera más del 90 por ciento de las emisiones de carbono, por lo que se enfocaron en la eficiencia energética y la incorporación de energías renovables para mitigar las mismas.
A nivel de compensación, algunas empresas como Banco Galicia tienen sus propios proyectos de bosques, como el "Bosque Galicia", un proyecto junto a Bayka y Eco House, donde se plantaron 5.200 árboles desde 2022.
Solventar propuestas de energías limpias que reemplacen las fósiles es otra manera de compensar.
Desde una de las principales compañías de telecomunicaciones explican que sus relevamientos arrojaron que sus emisiones de alcance 1 incluyen el uso de gas natural para el tratamiento de tintas y recubrimientos de sus hornos, calentar agua para los procesos de lavado, quemar compuestos orgánicos volátiles de oxidadores térmicos y la calefacción ambiental.
Mientras que sus emisiones de alcance 2 se componen de la electricidad utilizada en los procesos de producción. Y las de alcance 3 representan el 92 por ciento d
el total de las emisiones y son las que dependen de otros eslabones de la cadena de valor.
En ese sentido, la empresa se propuso reducir el 55 por ciento de sus emisiones de GEI de alcance 1 y 2, y reducir el 16 por ciento de las emisiones de GEI de alcance 3 para 2030 a través de medidas como llevar la eficiencia energética en un 30 por ciento, lograr un 75 por ciento de energías renovables para 2025 y 100 por ciento para 2030, rediseñar productos de manera que sea más livianos y alcanzar una tasa de reciclaje del 90 por ciento a nivel global.
Algo similar sucede con empresas de tecnología, donde la huella de carbono se mide desde hace más de una década, incluyendo el consumo de combustibles fósiles y electricidad en oficinas, viajes de colaboradores hacia el trabajo, compra de bienes y servicios, teletrabajo, viajes de negocios, entre otros aspectos relevantes para su operación.
Y para compensar esta huella la compañía implementa medidas que van desde la compra de bonos de carbono hasta la participación en programas de compensación validados por certificadoras internacionales reconocidas, como Gold Standard o VERRA. Este enfoque garantiza que las emisiones que no se pueden mitigar directamente se contrarresten de manera efectiva. Muchas empresas ya se sumaron al objetivo de convertirse en Net-Zero, contribuyendo a limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales".
Desde otros sectores productivos menos regulados y más relacionados directamente con la naturaleza, las bodegas por ejemplo, miden también sus emisiones GEI. Hoy, las empresas trabajan para lograr también la reducción de la dependencia de combustibles fósiles dentro de las instalaciones de la bodega. Otra de las principales medidas son la instalación de paneles solares y el trabajo conjunto con proveedores para reducir emisiones indirectas, por ejemplo, abordando el packaging o reduciendo el peso de las botellas.
En un país en el que la medición de la huella de carbono todavía no es obligatorio y en el que, recién ahora quizás comienzan a establecerse límites de emisión, es de destacar las ambiciosas iniciativas que ya protagonizan las principales empresas de todos los sectores. Si nos preguntamos a qué se debe esto, el compromiso organizacional es una de las respuestas posibles.
La otra, de igual magnitud y peso, es la evidente necesidad de ser partes de un ecosistema económico local e internacional en el que cada vez más los consumidores, clientes y proveedores valoran y exigen un comportamiento ambiental adecuado. En este desafío están embarcadas todas las empresas, y solo resta seguir mejorando. La suma de voluntades potencia los resultados.
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