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Crece la construcción de “panic rooms” entre los ultrarricos de Nueva York

Infobae.


La demanda por habitaciones seguras o panic rooms experimenta un notable aumento, especialmente entre los neoyorquinos más adinerados. Bill Rigdon, quien lleva 40 años en la construcción refugios a prueba de todo, desde atomizaciones nucleares hasta invasiones domiciliarias, observa un auge en el negocio en la emblemática ciudad de Estados Unidos.


Rigdon ofrece soluciones extremadamente avanzadas como closets que se cierran desde adentro con manijas electrificadas, sistemas de dispensación de gas pimienta, y despensas blindadas para resistir ataques nucleares. Hace 40 años que está dentro de esta industria, comenzó con la construcción de búnkeres y la moda en este momento en Nueva York lo mantiene activo. “Nunca he estado más ocupado”, le dijo en una entrevista al medio estadounidense Curbed.


Este fenómeno no se limita sólo a Rigdon. David Vranicar de Fortified Ballistic Security y Steve Humble de Creative Home Engineering también notaron un incremento significativo en la demanda. La razón detrás de este aumento parece ser la percepción de creciente inseguridad, agudizada por los recientes disturbios y el alza en crímenes violentos en ciudades como Nueva York.


“La gente ya no se siente segura como antes”, contó Vranicar sobre su experiencia. Y luego agregó: “Odio parecer paranoico, pero no confío en los guardaespaldas. No confío en la seguridad. No confío en nadie”. Humble, por su parte, destacó que el primer impulso que él experimentó fue durante el 2020 y las protestas contra la violencia policial.


A pesar de que las estadísticas oficiales indican una disminución en los crímenes, la sensación de vulnerabilidad impulsó a los más ricos a buscar maneras de “cerrar puertas”. Desde reforzar entradas hasta crear sótanos secretos.


La peculiaridad de Nueva York reside en su diversidad de necesidades de seguridad, desde celebridades y multimillonarios hasta funcionarios y embajadas. Sin embargo, ahora incluso los ultrarricos que no son famosos buscan protección contra posibles invasores, secuestros y robos. Y todos estos targets buscan tanta seguridad que tienen acuerdos de confidencialidad con Rigdon. No puede contar que trabajó para ellos ni el panic room que les armó.


No así el caso de Vranicar, que no tiene ningún acuerdo de silencio. Entre las soluciones a la medida que realizó se incluyen apartamentos fortificados en sitios emblemáticos como Central Park West. La habitación la hizo en un piso alto y está equipada con puertas de acero, a pruebas de bala, y con tecnología de reconocimiento facial para poder ingresar.


En cuanto al coste, fortalecer un apartamento de lujo puede elevarse hasta el millón de dólares, dada la alta factura de los materiales y su transporte. Mientras que lo más barato se consigue por 50.000 dólares. La industria de habitaciones seguras, que puede incluir equipos de visión nocturna a prueba de balas, provisiones médicas y zonas para almacenar armamento, refleja hasta qué punto algunos están dispuestos a ir para sentirse seguros.


Sin embargo, no todo el mundo puede afrontar tales costos. Para aquellos con menos recursos, Rigdon sugiere soluciones más económicas, como almacenar alimentos deshidratados para un mes, aproximadamente. Así, mientras la industria de las salas de pánico prospera basada en la precaución, la dicotomía entre los que pueden permitirse tales extremos y los que no, se convierte en un espejo de las preocupaciones sociales más amplias.


Vranicar sugiere que es mejor tenerlo y no necesitarlo, antes que necesitarlo y no tenerlo.

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