Un modelo superador de comunidad”, “la propuesta de una vida digna” y “el motor del aprendizaje sustentable” son algunas de las frases con las que los miembros del camphill “El Cauce” describen al predio de 30 hectáreas ubicado en Escobar.
Se trata del primer proyecto de convivencia comunitaria sin fines de lucro que busca tanto el bienestar de las personas -sobre todo de jóvenes adultos con discapacidad- como el cuidado del ambiente.
La Fundación Respirar Comunidad está en pleno desarrollo de la primera iniciativa basada en el modelo camphill en la Argentina: “El objetivo es mantener un entorno sano, rítmico y predecible que es terapéutico en sí. Queremos que las personas que eligen vivir en la comunidad puedan ser adultos responsables y autónomos participando en actividades reales y productivas”, contó a TN Keri MacDonald, cofundadora de la Fundación y del proyecto.
Muchas familias que tienen algún integrante con discapacidad se preguntan -no sin temor-, cómo incentivar la independencia de esa persona sin dejar de protegerla. Para eso surgió El Cauce: hay granjas, huertas de frutas y verduras y talleres y actividades de todo tipo.
“La propuesta camphill es una elección de vida. Es una comunidad que permite la participación plena de personas muy diversas, tanto en las responsabilidades de la casa y las necesidades de la comunidad. Es un lugar donde los integrantes pueden armar su proyecto de vida, tanto la parte productiva como lo social/cultural y personal. No es un lugar donde uno pasa unas horas para ser atendido. Porque precisamente apuntamos a adecuar un entorno que fomente la autonomía”, explica Keri.
“La propuesta es la de una vida digna en el trabajo real, en un entorno que contempla las necesidades de cada persona, un modelo superador de la vida en comunidad”, explicó Martín Ackermann, cofundador de Respirar Comunidad. En la misma línea, Christian Plebst -psiquiatra infantil-, sostuvo que se trata de “una actividad productiva, y es justamente eso lo que proporciona cotidianamente mucho aprendizaje a personas con diferentes ritmos, hay gente interesada en proyectos de huerta biodinámica o con ganas de colaborar en el cuidado de la tierra”.
La conformación de la comunidad se genera de a poco, al conocer el lugar y establecer vínculos entre sí. Hay un grupo “núcleo” que hace de guía con docentes, agricultores, psicólogos, abogados, médicos y arquitectos. Para Kery, “cuando alguien se acerca al camphill puede hacerlo por diferentes motivos, para convertirse en voluntario, para comprar verduras o panes. Quizá descubre algo nuevo y desea formar parte de la comunidad”.
La sustentabilidad como forma de vida
La Fundación y el proyecto El Cauce tienen como objeto promover el bienestar de personas con o sin discapacidad, específicamente a través de la creación de una comunidad de convivencia. También está grabado en los objetivos el compromiso de cultivar sin el uso de agroquímicos, cuidando la tierra y utilizando las prácticas de la agricultura biodinámica.
El Cauce tiene muchos espacios de bosque: “Hay un olivo que tiene más de cien años”, dijo a TN Harald Ditsch, miembro del consejo administrativo del equipo, y siguió: “No se puede describir con palabras la cantidad y la belleza de los árboles que tenemos acá. Nuestra idea es hacer una gran plantación de árboles autóctonos, en línea con el cuidado del ambiente que fomentamos”.
El predio cuenta con una instalación de paneles solares y contempla el buen uso de las energías renovables en el diseño global. También hay una bomba solar para la provisión de agua. “La construcción de las residencias -en lo que estamos trabajando ahora-, contempla la recolección de aguas de los techos, y el tratamiento responsable del agua sanitaria, con separación de las aguas grises y negras y el uso de biodigestores y biojardineras. Buscamos construir con técnicas de arquitectura sustentable”, explica la cofundadora del proyecto.
Los residentes viven en casas diseñadas para la convivencia de varias personas, cada uno con su espacio personal, pero en un contexto familiar. Una casa modelo es ocupada por 12 personas con dos responsables que, en general, tienen un compromiso de quedarse 2 años o más en la comunidad. Se suman otros 3 o 4 voluntarios temporarios y unas 6 personas que eligen vivir en la comunidad y requieren algún apoyo en particular.
“En El Cauce esperamos tener al menos 10 casas de este estilo”, aseguró Keri. “Cada casa maneja su mantenimiento y sus comidas, con la mayoría de los insumos de la huerta y la producción artesenal de la comunidad (panes, quesos, leche, yogures y miel”.
“Mi visión del futuro es vivir acá, estar más tranquilo, estar conectado con la naturaleza. La ciudad a mí me pone muy nervioso y no me gusta. Me gusta más el campo y acá estoy contento”, concluyó el adolescente y miembro del camphill, Máximo Godoy.
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