Bae Negocios. Por Ignacio Brusco.
Uno de los modelos urbanos más estudiados es el de Roma durante la época en que gobernó Augusto. Se estima que esta ciudad tenía alrededor de un millón de habitantes, aunque la población mundial se ubicaba en ese momento entre los 200 millones y los 300 millones (actualmente es de aproximadamente 8.000 millones)El fenómeno de la construcción de urbes se entrelaza profundamente con un instinto básico y esencial de supervivencia, no solo de los humanos sino también de muchas especies animales: la creación de un hogar. Este comportamiento, manifestado en una variedad de formas como nidos, hormigueros, avisperos, panales, termiteros y cuevas, es un pilar en la conducta gregaria de las especies y se revela como un aspecto clave para su supervivencia evolutiva.
Es necesario comentar los trabajos de Edward Glaeser, mencionados especialmente en su libro Triumph of the City, que exploran el rol crítico de las ciudades en la historia de la humanidad. Glaeser, un economista urbano, plantea que las ciudades son mucho más que simples concentraciones de infraestructura y gente: son, en esencia, incubadoras tanto de innovación como de cultura y cde desarrollo económico.
En el mundo animal observamos con asombro cómo diferentes especies, desde las hormigas hasta las aves, han desarrollado formas intrincadas y sofisticadas de construir sus hogares. Por ejemplo, las hormigas construyen hormigueros complejos, donde cada individuo juega un rol específico y se trabaja en conjunto para mantener un sistema que es más que la suma de sus partes. Estudios de investigadores como Guy Thearaulz y Andrea Perna muestran cómo las hormigas utilizan feromonas para coordinar estas construcciones, destacando el rol crucial de la cooperación durante la formación de estos refugios.
Este instinto de construcción no es exclusivo de los animales. El homo sapiens y sus ancestros también han mostrado esta misma inclinación desde sus orígenes. La evolución desde simples refugios hasta estructuras más elaboradas y, finalmente, ciudades ilustra cómo la cooperación y la inteligencia colectiva han sido fundamentales en este desarrollo. A diferencia de otras especies, los humanos han logrado crear realidades basadas en ideas imaginarias y han aceptado la coexistencia junto a grandes masas de otros humanos desconocidos, un fenómeno que destaca nuestra capacidad única para la cooperación flexible.
Yuval Harari argumenta que esta cooperación flexible ha sido el gran secreto del éxito humano. Mientras que las abejas, por ejemplo, tienen sistemas rígidos, los humanos han desarrollado estructuras sociales complejas basadas en "ficciones", como historias, religiones, gobiernos y corporaciones. Esta habilidad para cooperar en grandes números y con flexibilidad es lo que nos distingue de otras especies.
El altruismo humano, que se extiende más allá de nuestro grupo de pertenencia y se muestra incluso hacia otras especies, podría ser un subproducto de esta capacidad cooperativa y flexible. Esta característica humana, posiblemente influenciada por nuestro desarrollo cerebral, ha sido fundamental en la formación de sociedades humanas complejas y flexibles.
La evolución de las estructuras familiares y sociales también es un reflejo de este instinto gregario. Nuestra comprensión de conceptos como la procreación, la paternidad y las reflexiones tanto sobre la vida como sobre la muerte han influenciado profundamente las interacciones sociales y culturales. Esto ha dado lugar a una variedad de estructuras familiares y comunidades, desde sistemas matriarcales y patriarcales hasta complejas redes de apoyo mutuo.
Este instinto de construir y vivir en comunidades es también evidente en la formación de urbes. Las ciudades, con su complejidad y diversidad, son el pináculo de este impulso gregario humano. Reflejan no solo nuestra necesidad de refugio y seguridad sino también nuestro deseo de conexión, cooperación y expresión cultural. En ellas, la vida social y el intercambio de ideas prosperan, impulsando la innovación y el desarrollo cultural.
El impulso de construir hogares y formar sociedades, tanto en humanos como en animales, es una manifestación fundamental del instinto de supervivencia gregaria.
Desde la construcción de nidos en el mundo animal hasta la formación de complejas estructuras sociales humanas, la necesidad de cooperar, protegerse y avanzar juntos ha sido un motor clave en la evolución de la vida sobre la Tierra. Este instinto, arraigado en la necesidad de supervivencia, se manifiesta en la construcción de urbes y en la formación de sociedades, enfatizando la importancia de la cooperación y de la inteligencia colectiva en nuestra evolución continua, pero que además contamina y superpuebla.
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