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Fernando Marengo: “Los argentinos tenemos que decidir si estamos dispuestos a vivir sin inflación”

LN. El economista Fernando Marengo, quien desarrolló su carrera de consultor junto con Ricardo Arriazu, hizo un análisis del primer año de gobierno de Javier Milei. Destacó la consistencia del plan de estabilización, dijo que los principales riesgos hacia adelante son uno político, en donde la oposición le tuerce el brazo el Gobierno para aumentar el gasto, y el otro es el de expectativas, que haga que caiga la demanda de dinero o el apetito por renovar deuda.


El Chief Economist en Blacktoro Global Investments, a su vez, defendió el nivel del tipo de cambio y dijo que el sector privado también tiene que aprender a vivir sin inflación, lo que significa que tiene que ser más productivo para competir.


–¿Qué balance hace del primer año de gestión de Milei?

–Hace un poco más de un año asumió con un mandato que era bajar la tasa de inflación, que se venía acelerando de manera peligrosa. Se decidió hacer un programa de dos etapas. Una primera, de estabilización, y una segunda, que sería el gran desafío argentino, intentar un crecimiento sostenido de mediano a largo plazo. Pero es imposible pensar el mediano a largo plazo si primero no se estabiliza la macro. El programa de estabilización se basó en el problema de la historia argentina, que es de déficit fiscal permanente. Esos déficits se financiaron emitiendo pesos o deuda. Cuando financiamos emitiendo pesos, terminamos en crisis inflacionaria. Cuando nos financiamos emitiendo deuda, terminamos con una crisis de deuda. La Argentina tiene el récord mundial con nueve reestructuraciones de deuda. Esto también generó las estafas periódicas a los ahorristas en pesos, ya que la devaluación, la inflación, las reestructuraciones de deuda, el corralito, corralón y Plan Bonex hicieron que el argentino dejase de usar el peso como unidad de cuenta. Por eso el programa económico se basó en dos anclas: en la eliminación del déficit fiscal y en una fijación cambiaria, ya que el argentino no piensa en pesos. Al mismo tiempo se llevó adelante un ajuste de precios relativos.


–¿Cómo está funcionando el programa de estabilización?

–Está funcionando de manera correcta, de acuerdo con lo esperado, donde en el medio hubo algún sobresalto, entre junio y julio, explicado por la intención exagerada del Gobierno de eliminar el Banco Central (BCRA), que generó pesos excedentes. En la Argentina, cuando tenés pesos en el bolsillo, la tasa no te paga la expectativa de devaluación y hay incertidumbre, somos campeones mundiales de comprar dólares para cubrirnos. Una vez que se volvió al programa original, empezamos a ver que la dinámica siguió siendo la de principios de año. Inicialmente, hubo una fuerte devaluación, suba de impuesto PAIS, liberación de algunos precios que estaban retrasados, como prepagas, combustibles, electricidad, gas, agua, internet y telefonía. El ajuste abrupto de los precios relativos generó un salto inflacionario muy grande, pero no era un problema de pesos excedente. Luego, en la medida en que se estabilizó el tipo de cambio y se fue superando el ajuste de precios relativos, la tasa de inflación tendió a desplomarse, con un piso que es el crawling peg del 2%. Al mismo tiempo se empezó a recuperar la actividad económica, que tuvo su piso en el mes de abril, y el Banco Central bajó la brecha cambiaria y compró dólares en el mercado de cambios. El éxito del programa fue básicamente secar la plaza de pesos, que se hizo con la devaluación de diciembre, que licuó el poder de compra de los pesos; con la emisión del Bopreal, con el superávit fiscal, y con la sobrecolocación de deuda en pesos por encima de los vencimientos. El bien escaso se volvió el peso.


–¿Qué desafíos todavía tienepor delante?

–Dentro del programa de estabilización, el principal riesgo es político, que tiene que traducirse en una variable económica para que tenga impacto en la economía. Y hay tres posibles impactos. El primero, que el Congreso le tuerza el brazo al Gobierno y lo obligue a subir el gasto público y a incrementar el déficit fiscal, que como no tiene acceso al mercado para financiarse tendría que recurrir a la emisión de pesos. El segundo riesgo es que caiga la demanda de pesos de la economía: que la gente que tiene pesos en el bolsillo por algún motivo, por expectativa, ruido o miedo, salga a comprar dólares. Y el tercer riesgo es que hay importantes vencimientos de deuda en pesos cada 15 días, y que por algún motivo de expectativas, en algún momento, el tenedor de ese bono no renueve la deuda y obligue al Gobierno a emitir pesos. Pero el Gobierno parece casado con la idea del equilibrio fiscal. La demanda de la base monetaria podría caer, pero ya está en niveles mínimos históricos. Es decir, la cantidad de pesos que hay en la economía es muy poca para el tamaño de la economía.


–¿Y los desafíos en el programa de crecimiento sostenido?

–El gran flagelo de la Argentina es la pobreza, que, si uno saca el factor inflación, la pobreza estructural es de 40 o 45% de la población. La única forma de bajar esa pobreza es entrando en un proceso de crecimiento sostenido de 10, 15, 20 años, algo que la Argentina no logró en los últimos 150 años. Los dos desafíos son, por un lado, las famosas reformas estructurales, como la laboral, la tributaria, el costo de financiamiento y los temas de logística e infraestructura. La segunda parte del desafío es mucho más micro del sector privado. Siempre hablamos que la inflación favorece a los gobiernos, porque ajustan sus ingreso con recaudación y licúan los gastos. Pero en el sector privado pasa lo mismo. Cuando hay inflación, el que puede ajusta su precio como la inflación o incluso más, e intenta conseguir deuda a tasa fija, eventualmente subsidiada, lo cual es licuación también. Los salarios se ajustan trimestralmente, entonces, a lo largo del trimestre licúa la deuda, y el que tiene poder les dice a los proveedores que vuelvan dentro de 10 o 15 días. La economía argentina está marcada históricamente por la inflación, por eso, la línea del resultado financiero siempre fue muy importante. Ahora, en una economía sin inflación, el resultado financiero pierde preponderancia y lo que empieza a ser importante es el resultado operativo. El año pasado, un empresario tenía que tratar de conseguir dólares oficiales o importaciones al tipo de cambio oficial, estoquearse y ajustar los precios todo lo que podía sin entrar en ningún acuerdo de precios; tratar de conseguir un crédito a tasa fija y acumular stocks. Esas eran las decisiones. Ahora, en una economía que no tiene inflación y brecha cambiaria, ya no importa a qué tipo de cambio se importa. La inflación no tiene un impacto en la licuación de los gastos, pero tampoco en el ingreso financiero. Antes, si había un excedente, había que ver en dónde se iba a colocar, si en bonos duales, atados a la inflación o a la evolución del dólar. Sin inflación, lo importante es el resultado operativo y para eso hay que ser competitivo.


–¿Hay que aprender a vivirsin inflación?

–Uno de los grandes desafíos que tenemos como argentinos es decidir si estamos dispuestos a vivir sin inflación, porque eso quiere decir que uno se tiene que levantar a la mañana, salir a trotar, ir al gimnasio, hacer pesas, cuidarse con la comida, acostarse temprano. Tiene que ser competitivo.


–Hay una parte de la mejora en competitividad que tiene que hacer el sector privado, pero también le corresponde al Estado mejorar el estado de las rutas, bajar la burocracia y la presión impositiva, y mejorar los acuerdos comerciales. ¿Ve un avance en ese sentido que vaya a la misma velocidad en la cual se apreció el tipo de cambio en el último año?

–Siempre está la pregunta de quién tiene que empezar. El programa de estabilización claramente tiene como condición básica el equilibrio fiscal. Por eso pensar en reducción de impuestos y en incremento de gastos que afecten ese equilibrio fiscal es volver a la historia argentina, donde más allá de la necesidad que puede haber de estas medidas, el desequilibrio fiscal nos lleva a la necesidad de financiamiento y eso nos lleva a emitir pesos o a emitir deuda. El ancla fiscal es primordial y explica el éxito relativo de este primer año del programa de estabilización. Más allá de eso, hay sectores que son competitivos. Otro de los desafíos que tenemos, de segundo orden, es cómo uno se incorpora en esos procesos. El mundo aprendió que cada cual se tiene que especializar en la producción de aquellos bienes en los cuales tiene ventaja competitiva y el resto se lo compra el resto del mundo. La Argentina viene de un modelo de 70 años de sustitución de importaciones, donde a veces eso implicó proteger sectores a costa de un precio mayor que pagan los consumidores domésticos. Ese incremento de costos hace que el sector exportador deje de ser competitivo. Claramente hay sectores que van a sufrir y la gente que trabaja va a tener que ir a otros que son competitivos, como la agroindustria, gas y petróleo, y minería, fundamentalmente cobre y litio.


–Generalmente, se dice que esos sectores no son intensivos en mano de obra. ¿Pueden absorber a los trabajadores de los sectores protegidos?

–Los sectores competitivos se desarrollan alrededor de trabajadores que necesitan lugares para vivir, comer, transportarse, entretenerse. Se necesita construir todo eso en la región. Hay sectores que son ineficientes y que vivieron de un modelo sustitutivo de importaciones basado en protecciones a esa industria. En Canadá, las mineras destinan el 20% de sus costos operativos en darles de comer a los trabajadores. Hay ejemplos. No es que uno está planteando que alguien que está trabajando en el conurbano se tiene que volver un ingeniero petrolero. Por detrás de esos desarrollos hay una demanda de proveedores de todo tipo, desde el sector primario hasta sectores secundarios y terciarios. Eso se ve en Neuquén, Salta, Jujuy y en San Juan.


–Con relación a las reservas del Banco Central, ¿por qué después de un año de gestión siguen siendo negativas las netas? ¿Eso no genera que el país sea más vulnerable frente a shocks externos?

–El Banco Central necesita tener un nivel de reservas positivo para bajar vulnerabilidades. Cuando uno piensa en la normalización del mercado de capitales, el Banco Central tiene que tener un nivel de reservas suficiente para defender el tipo de cambio. Si uno normaliza el mercado de capitales de un día para el otro, hay una caída en la demanda de dinero, y si el Banco Central no tiene reservas, genera un salto cambiario e inflacionario, y es el fin del programa del Gobierno. Definitivamente, la Argentina tiene que acumular reservas. A lo largo de este año, el Banco Central compró más de US$20.000 millones en el mercado de cambios, pero las reservas netas mejoraron solo en US$6000 millones. Hace un año eran negativas en US$11.000 millones y ahora son negativas en entre US$5000 y US$6000 millones. Una parte importante de esa compra de dólares se destinó al pago de deuda.


–¿Va a ocurrir la acumulación de reservas en 2025?

–Sí, porque la compra de dólares por parte del Banco Central en el mercado de cambios es un fenómeno exclusivamente monetario. Si uno piensa que la economía en su conjunto demanda pesos y el Banco Central no está emitiendo pesos de origen interno, la única forma que tiene la economía en su conjunto de obligar al Banco Central a emitir pesos es vendiéndole dólares.


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