“La Argentina ya no es un país joven”: figura entre los de menor tasa de fecundidad en América Latina
- matias rusiñol
- 11 jul
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La Nación.
La Argentina atraviesa una de las transiciones demográficas más avanzadas de América Latina. Los datos muestran que el proceso va más rápido que en sus países vecinos: registra una de las menores tasas de natalidad de la región y expresa este nuevo estilo de vida, por ejemplo, al liderar en los hogares unipersonales.
Así lo muestra un informe regional de la Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia (Redifam) y de la Universidad Austral, difundido por el Día Mundial de la Población. América Latina y el Caribe están atravesando una transición demográfica marcada por un proceso de envejecimiento acelerado. La región pasó de ser una sociedad joven a una adulta joven en 2021, y se proyecta que para 2050 se convierta en una sociedad envejecida, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Apenas dos de los 10 países analizados alcanzan el umbral mínimo necesario para el reemplazo generacional: Paraguay y Bolivia. Los otros ocho (Chile, Colombia, Uruguay, la Argentina, Brasil, México, Perú y Ecuador) están por debajo del promedio regional de la tasa global de fecundidad. La Argentina se ubica cuarta entre los países con menor tasa, luego de Chile, Colombia y Uruguay.
Los datos muestran una sociedad cada vez más envejecida: en la Argentina se estiman 1,4 hijos por mujer, mientras que hace casi 20 años era 2,1; una edad mediana de casi 33 años y una esperanza de vida de 78 años.
“La Argentina ya no es un país joven, y eso exige decisiones políticas firmes e integrales. Debemos repensar nuestros sistemas de salud, laboral, de previsión social y cuidado familiar para sostener una población cada vez más longeva”, señala Lorena Bolzon, una de las autoras del informe, presidenta de Redifam y decana del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.
Para analizar este descenso, Bolzon resalta tres factores: la caída abrupta de la natalidad, el aumento de los hogares unipersonales y una tasa de dependencia (relación entre población en edad laboral y quienes no lo están) baja.
Caída de la natalidad
La caída más abrupta en los nacimientos comenzó alrededor de 2015, profundizándose después de la pandemia. En 2005 se producían en el país unos 710.000 nacimientos por año. El número subió a 750.000 en 2014 y luego comenzó a descender hasta terminar en 490.000 para 2022, según datos del Ministerio de Salud.
La natalidad está disminuyendo de manera sostenida en casi toda la región. De mantenerse esta tendencia, el informe alerta que los países podrían entrar en una fase de crecimiento negativo si no hay inmigración significativa que compense. La Argentina (9,9) y Chile (7,7) registran las menores tasas de natalidad de la región, con menos de 10 nacimientos por cada 1000 habitantes, muy por debajo del promedio regional de 14,5. Esto indica que el crecimiento natural de la población es lento o casi nulo.
La proporción de personas de 0 a 14 años se sitúa entre el 18% y el 26% en la mayoría de los países analizados, con los porcentajes más bajos en Uruguay, Chile y la Argentina. Mientras tanto, la población mayor de 65 años ha crecido de forma constante, alcanzando cifras cercanas al 15%. Este envejecimiento se refleja también en la edad mediana, que ya supera los 30 años en la mayoría de los países.
En cuanto a la relación entre la tasa de natalidad y la de mortalidad, se advierte una relación 1 a 1 (nace una persona por cada una que fallece) en Chile, la Argentina y Brasil. La situación es crítica en Uruguay, donde especialmente durante la pandemia se produjeron más muertes que nacimientos. En 2022 hubo 7000 muertes más que nacimientos.
Hogares unipersonales
“La Argentina lidera la región en los hogares unipersonales, lo que nos habla de un nuevo estilo de vida”, describe Bolzon. Estos hogares están en aumento: según el Censo de 1991 representaban el 13% del total; en 2010 aumentaron al 17% y en 2022 ya representan el 24,6%. En cambio, los hogares nucleares (padres e hijos) disminuyeron del 19% al 17% en ese mismo período.
En este escenario, Bolzon remarca que el envejecimiento no es solo un fenómeno demográfico, sino un “desafío social integral” que exige adaptar políticas familiares, laborales y sanitarias. “Pese a que la esperanza de vida promedio está dentro de los niveles esperables, la tasa de dependencia es baja. Por lo tanto, estamos en un momento propicio para empezar a pensar estrategias de cuidado”, afirma. Agrega que es fundamental pensar en políticas de integración para personas mayores, especialmente mujeres, quienes si bien viven más, enfrentan mayores problemas de salud.
“Hay que prepararse”
“El envejecimiento es el resultado de algunas buenas noticias: vivimos más años y la gente tiene más libertad para decidir si quiere o no tener hijos, cuándo y cómo. Aunque también trae desafíos importantes. Lo que hay que hacer es horrorizarse menos por la caída de la natalidad y prepararse para la consolidación del envejecimiento poblacional”, plantea María Nieves Puglia, directora de Género de la ONG Fundar y autora del informe El futuro de los cuidados.
La socióloga señala dos claves: generar condiciones económicas y simbólicas para que quienes deseen tener hijos puedan hacerlo, y diseñar una estrategia nacional de cuidados para personas mayores.
Hoy el 70% del cuidado de las personas mayores lo realizan las familias, especialmente las mujeres. En 2022, las mujeres destinaron un promedio de 6 horas y 31 minutos diarios a tareas no remuneradas de cuidado, mientras que los hombres dedicaron 3 horas y 40 minutos, según el Indec.
“Las proyecciones muestran que a partir de 2040 el 20% de la población argentina tendrá más de 60 años. Hay que prepararse para eso”, señala Puglia.
Agrega que Costa Rica, por ejemplo, ya diseñó una estrategia nacional de cuidados para la vejez. “Nosotros estamos muy atrás. Hay que fortalecer la disponibilidad y calidad de la infraestructura y servicios de cuidado —residencias de larga estadía, centros de día, trabajo doméstico y de cuidados—, adecuar el sistema previsional y el sistema de salud. A medida que crece la proporción de personas mayores, también crece la sobrecarga en los servicios de cuidado. Es necesario abordarlo de manera inteligente y anticipada, para que la vejez sea digna y el trabajo de cuidados no profundice las inequidades de género”.
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