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La nueva carrera espacial: marketing de objetos cotidianos en el cosmos

Infobae.


En un mundo donde la originalidad publicitaria parece estar en extinción, hay quien ha decidido mirar hacia el infinito y más allá, literalmente, para destacar entre la multitud. Así encontramos a Sent Into Space, la empresa que hace posible enviar casi cualquier cosa al espacio, desde cochecitos de bebé hasta pollo frito y vestidos de novia, todo en nombre de la publicidad. ¿Realmente estamos listos para convertir el cosmos en una enorme valla publicitaria?


Fundada por Chris Rose, la empresa británica Sent Into Space se erige como la solución para aquellos que anhelan alcanzar las estrellas, o al menos hacer que sus productos lo hagan. Entre sus hitos más destacados, la empresa ha enviado al espacio exteriores objetos tan variopintos como un nugget de pollo, que podríamos imaginar flotando como pequeños meteoritos comestibles a través del cosmos, o una Barbie. También hicieron su viaje espacial una botella whisky Jameson, porque incluso las estrellas merecen brindar con estilo; una caja de Tic Tacs, por si los extraterrestres se preocupan por el aliento fresco; una tarta de carne, en un heroico esfuerzo por conquistar la última frontera gastronómica, y cómo no, un retrato de William Shakespeare, porque, al parecer, llevar la literatura a nuevas alturas tiene un significado literal para Sent Into Space.


Sin embargo, Rose insiste en que lo que realmente le llena de orgullo son sus “descubrimientos científicos”, incluido el hallazgo de vida orgánica simple en la atmósfera superior. Pero el núcleo del negocio es el envío de objetos para promover cuentas de redes sociales o productos, y esta odisea de marketing incluye lanzamientos hasta tres veces por semana, según The Wall Street Journal. Por si te lo preguntabas, enviar tu bebida favorita al espacio no es precisamente barato; los precios pueden oscilar entre unos pocos miles a cientos de miles de dólares, según la complejidad.


En un reto a los límites de lo convencional, y posiblemente a la paciencia de cualquier ente extraterrestre con sentido del decoro, Sent Into Space ha elevado la barra de lo que se puede considerar “publicidad de altura”. Como salido de la imaginación de un publicista que miró demasiadas veces Interstellar mientras escuchaba K-pop, la firma británica colaboró con el grupo Seventeen para el clip “Dios de la Música”: lanzaron al espacio un micrófono.


El equipo diseñó y construyó una nave espacial personalizada para asegurar que el objeto no solo viajara seguro sino que además ofreciera una toma visualmente atractiva para el video. Con una estructura hecha de varillas de fibra de carbono y un ingenio digno de la misión Apolo, lograron posicionarlo de tal manera que pareciera flotar en la inmensidad espacial como lo hacen los astros del K-pop en el escenario. Así fue como el 10 de octubre de 2023, desde Derbyshire, el micrófono emprendió su ascenso hasta más de 113.000 pies de altura, “al borde del espacio”, como se lee en el sitio de la empresa, y brindó al mundo cuatro segundos de magia espacial en el clip.


Chris Rose y su socio, Baker, convertidos de candidatos a doctorado en ingeniería a pioneros de la publicidad estratosférica, según WSJ, ahora lideran un equipo de 25 personas y un perro oficinista en su aventura de marketing intergaláctico. Con globos de polietileno y tecnología de seguimiento avanzada, consiguen lanzar (y recuperar, con las grabaciones: si no, no hay grabación para la publicidad) todo tipo de artilugios comerciales al espacio, en un proceso que puede durar entre dos y tres horas.


La nueva carrera espacial ya no se trata solo de superpotencias globales o multimillonarios como Elon Musk: ahora, cualquier marca con suficiente presupuesto y una pizca de ambición galáctica puede reclamar su propio pedazo de cielo. En esta era de consumismo desenfrenado, parece que el cielo ya no es el límite. ¿Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para el marketing?

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