top of page
Adm.

Las empresas de triple impacto ganan terreno: ya hay más de 1000 en la región

Cronista.


Con la evaluación de impacto como herramienta, el paradigma B propone a las empresas un nuevo juego: hacer negocios rentables siempre y cuando se impacte positivamente en el ambiente y en las personas. Ser empresa B significa comprometerse a altos estándares de transparencia, responsabilidad social y mejora continua y poner la gestión empresarial al servicio de generar un impacto positivo económico, social y ambiental.


El reto, además de ser desafiante y gratificante para los empresarios por los resultados que obtienen, se extiende a ritmo exponencial: el Movimiento B ya está en 18 países de la región. De las 5500 empresas B que hay en el mundo, alrededor de 1000 están en América latina. Juntas facturan u$s 63.000 millones y emplean a 120.000 personas. El movimiento B busca acelerar la transición del sector privado hacia una economía más regenerativa, inclusiva y equitativa. Es decir, comprometerse a utilizar la fuerza del mercado para ser parte de la solución de los principales desafíos sociales y ambientales que enfrenta el mundo.


Una de las emprendedoras que aceptó el desafío de ser B es Marian Ventura, que en 2010 fundó done!, una agencia creativa de soluciones estratégicas de comunicación con foco en sustentabilidad. Con clientes comprometidos con la agenda de desarrollo sostenible -como Mercado Libre o Unilever- y con el sector de impacto -como Mamotest, Matteria o The Carbon Sink - logran "gracias a la creatividad la acción de las personas y movilizar las soluciones necesarias para alcanzar la justicia social y climática", dice Ventura.


Fue precisamente uno de sus clientes, Mercado Libre, quien los impulsó a mejorar su gestión. "Es una muestra de la influencia positiva de las grandes compañías sobre su cadena de valor: nos invitó a medir nuestro impacto con la herramienta de Sistema B en 2018 y quisimos estar a la altura del desafío", dice Ventura. Así comenzaron el proceso de autoevaluación B, un autoanálisis extenso y exhaustivo que busca medir la gestión y la generación de impactos sociales, ambientales y relevar temas de ética y gobernanza de la empresa. "Se reportan las prácticas laborales, en relación con clientes, la toma de decisiones, la gestión de impactos ambientales y se brinda evidencia de todo, lo que lleva tiempo", explica Ventura.


La experiencia de certificar implicó muchos cambios para la firma. Por ejemplo, dejaron asentado formalmente en el contrato social de la empresa que, además de crear valor económico se procurará generar un impacto material, social y ambiental en beneficio de la sociedad, el ambiente y las personas. El compromiso con la justicia social y climática también los hace repensar todos los días su modo de trabajo: cómo toman las decisiones, a quién contratan o a quién compran servicios.


"Como agencia de comunicación o publicidad, nos preguntamos ‘¿qué estamos vendiendo: una solución para lograr el futuro que queremos o estamos vendiendo el problema?', ‘¿nos va a dar orgullo vender este producto o servicio en 10 años?'", cuenta Ventura la autoevaluación constante que realizan. Así, decidieron no trabajar más para la industria de los hidrocarburos.


"Entendemos que es una industria que hoy debe decrecer abruptamente para lograr la justicia climática y los objetivos establecidos por la ciencia en relación con la crisis climática", explica. "Sabemos que cerramos varias puertas pero abrimos el espacio para conocer a muchas organizaciones valiosas que están trabajando en las soluciones que necesitamos para el futuro que queremos", explica la empresaria cuya firma cuenta hoy con políticas y procedimientos que permiten su trascendencia y escalabilidad como un Código de ética, Manual del equipo, Política de DDHH y procesos de inducción bien sistematizados "para lograr que nuestra visión se transforme en una cultura que trascienda a las personas", dice.


La inversión de la certificación depende del tamaño de cada empresa; en el caso de una pyme se estima una cuota anual de u$s 1000.


Resiliencia ante la crisis

El movimiento B llegó a la región cuando en 2012 Juan Pablo Larenas (Chile), Gonzalo Muñoz (Chile), María Emilia Correa (Colombia) y Pedro Tarak (Argentina) se unieron con el propósito de crear un ecosistema de empresas y actores económicos en la región que pudieran dar solución a los problemas sociales y ambientales más urgentes. Para esto se aliaron a la iniciativa creada en el 2006 por B Lab, una organización internacional sin fines de lucro que promueve una economía inclusiva, equitativa y regenerativa, a través de la certificación de empresas B. Y fundaron Sistema B, con el propósito de extender la certificación y este ecosistema de triple impacto a toda América latina y el Caribe.


Si bien hay distintas formas de transitar hacia modelos de negocio de triple impacto, en Sistema B ofrece una herramienta concreta para empezar. La Evaluación de Impacto B (BIA, por sus siglas en inglés, B Impact Assessment) es gratuita, guarda la confidencialidad de la información entregada y está diseñada para ayudar a medir y gestionar el impacto de la empresa, así como identificar oportunidades de mejora.

A través de esta herramienta se analizan las cinco áreas más relevantes de la empresa: gobernanza, trabajadores, clientes, comunidad y medioambiente, para identificar las oportunidades de mejora para ser un agente de cambio en la economía.


Marian Ventura, fundadora de Done!

"La certificación es un hito en el camino de impacto de una empresa. Visibiliza la voluntad de una empresa de medir, administrar y mejorar su impacto. El modelo se basa en la creencia de que las empresas pueden cambiar su comportamiento y lo hacen. Nuestra recomendación es abordar este trayecto con foco en el proceso, en el cambio cultural en los colaboradores, en la identificación de fortalezas y mejoras, por encima de la certificación en sí", dicen en Sistema B.



Agentes de cambio

"Consideramos a las empresas como agentes de cambio que guíen el camino hacia una economía más justa, equitativa y regenerativa", define Marina Arias, directora ejecutiva de la organización. "Una vez iniciado el proceso de evaluación, sucede un cambio de mentalidad; empiezan a ocurrir cosas que no habíamos imaginado porque se comienzan a tomar decisiones en la empresa considerando a las personas y al planeta", cuenta acerca del sistema que, teniendo a la empresa como el principal agente de cambio, transforma también a sus colaboradores y sus consumidores.


Para certificar es necesario alcanzar un puntaje mínimo de 80 puntos, antes de empezar un riguroso proceso de evaluación. Sin embargo, alcanzar el puntaje no garantiza la certificación. "Muchas veces, las firmas tienen políticas adecuadas, pero dependen de una persona, no de la organización. El propósito de la firma también se redefine y se adecúan las prácticas y las valoraciones en función de este. Si la economía tradicional muchas veces disocia a las personas, porque les exige estándares diferentes en la empresa -donde solo se busca rédito económico-, que en su vida, esta propuesta le da un sentido más trascendente e integrador a sus negocios", explica Arias, quien aclara que el promedio de las empresas está en alrededor de 40 puntos.


A los 3 años se recertifica porque "los estándares suben todo el tiempo, van de la mano de la crisis planetaria", dice Arias y recalca que los puntos se cuentan a partir de las cosas buenas que hace la empresa, "se busca premiar, no castigar".


Como parte de este proceso, las empresas B tienen se definen por tres características principales: tienen asumido un propósito, la huella que quieren dejar en la sociedad -el "para qué" existen-; modifican sus estatutos, de manera de proteger el propósito, comprometen a sus accionistas en resolver el problema que declaran y toman decisiones teniendo en cuenta las variables ambientales y sociales; miden y gestionan su impacto -es el "cómo" lo hacen- y se comprometen a la mejora continua.


Digitalización de triple impacto

"Cuando decimos que somos una empresa de triple impacto muchas veces se entiende que le prestamos menos atención a la rentabilidad de lo que hacemos. Esto no es así. Ser una empresa B significa que les prestamos la misma atención a la rentabilidad, nuestro impacto en el planeta y la satisfacción de las personas con las que trabajamos interna y externamente", explica Florencia Sardi, Managing Director de Kin + Carta, una consultora global de transformación digital con foco en sustentabilidad, con clientes de diferentes industrias. Eligieron la certificación B Corp porque el proceso extenso y riguroso para medir la responsabilidad social de una empresa. Al ser una certificación externa tienen una mirada objetiva sobre los procesos y es una certificación global reconocida por empresas y consumidores. "Para conseguirla se necesita hacer una revisión profunda de procesos y metodologías que cubren todas las áreas de la empresa", explica.


Antes de buscar la certificación B Corp informaron a los accionistas el enfoque de ESG para permitirles involucrarse en el tema. "Nos aseguramos de estar alineados con ellos; sabíamos que iba a ser una diferencia importante para nosotros, especialmente en términos de atracción de talento y retención de clientes, considerando los cambios sociales macroeconómicos. Creíamos que si manteníamos el enfoque en hacer negocios de manera responsable e impacto positivo, podíamos demostrar que una empresa puede equilibrar de manera auténtica y exitosa el beneficio y el propósito de construir un mundo mejor. El crecimiento de la compañía y nuestra consolidación como B Corp vienen dándole la razón a esta mirada de largo plazo", cuenta.


El proceso tomó aproximadamente 2 años y obligó a desafiar al negocio y a sus líderes a pensar de manera diferente y a hacer cambios significativos en todas las áreas de la empresa. A finales de 2021, Kin + Carta se convirtió en la primera B Corp certificada en la Bolsa de Valores de Londres.


"Mejoró nuestra gestión de riesgos, lo que puede beneficiar a los inversionistas y otras partes interesadas porque garantiza que tenemos políticas y procedimientos adecuados en áreas como antisoborno y anticorrupción, y antidiscriminación. Nos volvimos más sólidos en todos los niveles de la organización y eso tiene un impacto positivo en nuestros empleados, en nuestros clientes, en el trabajo que realizamos y en el mundo en el que vivimos", dice Sardi, acerca de la resiliencia de las empresas B ante las crisis.


Para conseguir la certificación implementaron: asociaciones benéficas nacionales para mejorar y ampliar esfuerzos filantrópicos; analizaron la brecha salarial de género; realizaron una encuesta de compromiso global y diversidad de empleados; definieron una política de trabajo flexible; establecieron objetivos de emisiones carbono cero y cero residuos; ofrecieron nuevas formas de trabajo, entre otros proyectos.

Además, tienen un listado de industrias con las que no pueden trabajar como tabacaleras o de fabricación de armas. "Vamos decidiendo qué industrias nos parece que no tienen un impacto positivo en el mundo y las vamos agregando a la lista, como empresas de ventas con estructura piramidal, o fast fashion (indumentaria con corto ciclo de vida)", explica Sardi.

El lado B de los negocios

"Según estudios propios de la empresa, 70% de la venta mundial de Danone proviene de negocios certificados B", cuenta Diego Buranello, director de Asuntos Corporativos de la firma que adhirió a la certificación BCorp a nivel mundial y declara su propósito de "brindar salud a la mayor cantidad de personas posibles cuidando el planeta".


En los más de 100 mercados en los que está presente concibe un único modelo de negocio y mide, evalúa y mejora su gestión por el impacto económico, social y medio ambiental que genera.



"Las marcas son la manera de conectar con las problemáticas sociales vinculadas al negocio. Por eso tienen propósito y nuestros productos además de impactar favorablemente en la salud de la población, aportan valor social. Por ejemplo, Nutrilón4 y Vital4, acompañan a las familias en la crianza de sus hijos", explica.


Así, a través del propósito corporativo y de las marcas abordan temas de interés para el negocio y la ciudadanía como el cambio climático, el acceso a agua potable, la protección y regeneración de los ecosistemas, la primera infancia y la crianza durante los primeros años de vida y el manejo adecuado de los envases.


"Los consumidores esperan que las empresas hagan cosas relevantes, que agreguen valor social y cuiden el planeta al momento de gestionar. Cuando el consumidor elige qué producto va a comprar, elige en qué mundo quiere vivir", dice el ejecutivo.


Desde 2017 en que certificó el negocio de aguas como B a nivel local, viene obteniendo y manteniendo esta calificación para todos sus negocios. Por ejemplo, en 2022 recertificaron Nutricia Bagó con un puntaje de 95.1 y hace apenas un mes llevaron al negocio de lácteos y logística al paradigma B. Pero la empresa no se conforma: "para el 2025 queremos convertirnos en la más grande corporación nacional y mundial certificada B", dice Buranello. Hoy es Natura, la corporación de origen latinoamericano, la empresa B más grande nivel mundial.


Para el ejecutivo, todavía hay un gran trabajo de educación para hacer en torno al modelo de gestión de empresas que como las BCorp buscan generar beneficios múltiples. Por ejemplo, lograr que las firmas B, que invierten en un modelo de gestión de impacto positivo con su operación, logren una diferenciación en el mercado por sobre quienes no lo hacen con algún sistema de incentivo fiscal/ regulatorio que promueva estos modelos de negocios con triple impacto, opina.

Comments


bottom of page