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Oscar Castillo: “Todos estamos sufriendo, pero hay una luz al final del túnel”

La Gaceta.





Llegar hasta el escritorio de Oscar Castillo implica realizar un breve pero revelador paseo por el arte tucumano y argentino de buena parte del siglo XX. Cual pinacoteca, en las paredes de su oficina se lucen obras de artistas como Carlos Alonso, Ezequiel Linares e inclusive de una de sus hijas. Nieto del prestigioso pintor Teófilo Castillo, este empresario está celebrando los 100 años de la firma familiar que su padre fundó como una casa de fotografía en los albores del siglo XX y que él se encargó de expandir y diversificar.


Hoy, la empresa Castillo talla con mucha fuerza en el comercio, en los servicios financieros y en el agro, entre otros rubros. Además cuenta con una planta de aproximadamente 1.000 empleados y con operaciones en distintas provincias. Aunque Oscar sigue trabajando, actualmente la empresa es dirigida profesionalmente por un directorio integrado por Juan Pablo Luccioni; por sus dos hijas, Solana y Adriana; por Mike Johansson; por Nicolás Lizárraga, y por Alfredo Argañaraz..


Con semejante trayectoria sobre sus espaldas, es lógico pensar que la entrevista con LA GACETA girará alrededor de los negocios y de la coyuntura provincial y nacional. Sin embargo, a medida que la conversación transcurre, el empresario revela aspectos de su personalidad que cautivan rápidamente: libros, cuadros, espiritualidad y recuerdos de décadas turbulentas enriquecen a este protagonista insoslayable del empresariado tucumano. A continuación reproducimos parte de la charla que mantuvo con LA GACETA para conmemorar el primer siglo de la firma familiar.



27 DE MAYO DE 1927. En el extremo inferior derecho de aquella edición de LA GACETA se publica un aviso de la casa de fotografía Castillo.

- En tiempos tan líquidos, donde nada parece durar demasiado ¿Cuál es la clave para perdurar 100 años?


- Es hacer con tesón la tarea que uno debe realizar aquí ¿Cuál es nuestra tarea principal? Satisfacer al cliente, estar al servicio del cliente, que toda la empresa esté encaminada a eso.


- Hoy, los referentes de la tecnología sostienen que una de las claves para tener éxito es poner al cliente o al usuario en el centro. Es lo mismo que usted viene haciendo hace mucho…


- Tiene que ver con aquel viejo mandato que dice que quien no nace para servir, no sirve para vivir. Y es verdad, el servicio es algo hermoso.


- Su padre crea una casa de fotografía y óptica, y así nace Castillo.


- No. Se funda una modesta casa de fotografía en 1924, que empieza a funcionar en un zaguán. Era muy modesta y mi papá tiene un socio para ayudarse (NdelaR: César Martínez Lanio, fotógrafo español radicado en Tucumán). Al poco tiempo él queda solo. Años después ponemos la óptica.


- Cuéntenos cómo empezó a trabajar con su padre.


- Yo empecé a los 13 años, en las vacaciones. Lo ayudaba y él me tiraba unos pesos. Eso me entusiasmó. Cuando a los 16 años me recibo de bachiller pensaba seguir mis estudios. Pero mi padre me dice que estaba un poco cansado, que ya tenía sus años y que quería mi ayuda. Mi madre también me estimulaba y mi padre me hizo comprender que si yo no me sumaba, él iba a tomar un socio. Entonces decidí meterme.


- ¿Se arrepiente de no haber estudiado una carrera?


- Pienso que siempre la carrera es importante. De hecho yo después seguí haciendo cursos. Soy un buen lector, tengo una biblioteca con 3.000 libros en casa y leo permanentemente con gusto. Pero creo que una carrera es importante. En esa época quizás no tanto, porque no eran tan exigentes las situaciones.


- Hablando de lectura ¿qué está leyendo usted ahora o por dónde van sus intereses?


- Son variados. Trato de equilibrar la vida comercial o la vida empresarial tan exigente. Como usted ve, me gusta el arte, la parte espiritual: desde hace 66 años hago el servicio de atención a los enfermos.


- ¿Usted acompaña a los sacerdotes que van a dar la unción a los enfermos?


- Exacto, de 22 a 6 de la mañana. De noche no hay quien atienda. Entonces con un muy buen criterio nosotros cubrimos ese espacio. Soy cristiano creyente y eso equilibra mucho la vida tan exigente y tan inmediata que exige el comercio.


- ¿Qué encuentra usted en la fe que lo mueve a hacer esto?


- Uno lo hace con gusto. Yo pienso, como buen empresario, que más gano yo con el servicio que hago porque uno se siente muy bien. Al fin y al cabo, si usted lo mira bien hay una vinculación lógica. Yo le dije de entrada que el éxito nuestro está en el servicio de atención al cliente ¿Y qué son los clientes? Bueno, son nuestros hermanos en la vida; entonces en todo lo que sea servicio de cualquier tipo, sea desinteresado o interesado, el final es el mismo. Hay un acto ahí muy humano.


- Hay un pequeño librito en el que usted resume la historia de Castillo. Allí figura una línea muy significativa: usted dice que los vaivenes impredecibles de la economía argentina han signado a la empresa ¿Qué enseñanzas le ha dejado esto?


- Dio lugar a un principio rector en nuestro país: siempre hay que esperar lo inesperado. Hay que estar preparado para eso. La crisis más grande de las varias que vivimos fue en el año 1966, cuando cerraron los ingenios y quebraron el equilibrio demográfico de Tucumán. Hasta esa época estábamos parejos con Mendoza en producto bruto, en crecimiento demográfico. Y de golpe 250.000 tucumanos tuvieron que emigrar a Buenos Aires para buscar trabajo. Y para nosotros fue desesperante porque salíamos con equipos de vendedores que yo preparaba a trabajar en los ingenios, porque eran fuentes económicas muy importantes. De repente todos los que tenían que pagar su cuota desaparecieron. Y yo tuve que empezar a ir a Buenos Aires a poner la cara para que los proveedores nos esperasen y nos siguieran dando crédito. Tarea harto difícil.


- ¿Usted ubica esa crisis como la más grave, inclusive más que la que atravesamos ahora o que la del 2001, por ejemplo?


- Fue distinta, pero muy grave. Lo que tuvo específicamente esa crisis fue que afectó a Tucumán. Los hermanos del norte, los salteños, los jujeños también empujaron un poco, éramos competidores.


- ¿Con tal seguidilla de crisis nunca sintió ganas de decir “hasta acá llego, me cansé”?


- Sí, me sentí dolorido muchas veces, con cansancio moral. Pero en mí siempre primó la esperanza, la fe en que nuestro país tiene muchos recursos. Y a pesar de las crisis, nosotros siempre seguimos creciendo. Somos una empresa con 1.000 empleados y tanto en la parte agraria y como en la comercial siempre seguimos avanzando.


- ¿Cómo analiza el momento actual que atraviesa el país?


- Las actividades han sido muy castigadas, han bajado mucho las ventas. En la parte agraria también estamos sufriendo: la chicharrita (plaga que afecta el desarrollo de maíz) va a significar una pérdida importante para el país, para la exportación. Pero tenemos una gran esperanza. Pensamos que (Javier) Milei está haciendo lo justo; no gastar más de lo que entra. Y eso va a tener un efecto positivo. Todos estamos sufriendo, pero hay una luz al final del túnel.


- Siempre se habla de lo difícil que puede ser gestionar una empresa familiar ¿Cuál fue la clave para que Castillo lograra hacerlo durante un siglo?


- Esa pregunta es muy compleja, al punto que es toda una materia que se estudia; hay especialistas en eso. Porque la mayoría de las empresas del mundo son familiares, contra lo que todos creen. Pero para contestarle diría que en primer lugar la comunicación intrafamiliar tiene que ser muy buena. Y estar continuamente atento a lo que cada uno quiere. Porque yo creo que si bien el mandato puede tener cierta importancia, uno no puede decirle a una persona que haga lo que no siente o no quiere. Sobre eso hay que hablar, comunicarse y dar oportunidades. No solo a los familiares, sino también a los profesionales de empresa. Hay gente muy capaz que no es de la familia de uno, y que son los que tienen que dirigir la empresa.


- ¿La inteligencia artificial es algo que Castillo está analizando?


- Algunas cosas hacemos para el otorgamiento de créditos. Sí, es importante. Es un desarrollo que nos permite alcanzar logros mucho más rápidos. Y la computación, los sistemas son imprescindibles hoy en día.


- ¿Cómo se relacionan el arte y el quehacer empresario, que parecen tener pocos puntos en común?


- Yo creo que todo está vinculado con el arte. Siempre digo que vender no solo es una ciencia sino un arte.


- Hay obras de su abuelo, hay obras de su hija, el arte atraviesa a los Castillo.


- Sí, en cada saga familiar siempre hay un artista. Por eso hay otros que tenemos que trabajar mucho para ayudarlos (risas).



- ¿Cómo imagina los próximos 100 años de la empresa?


- Todo depende de que Dios nos siga bendiciendo, porque al fin y al cabo hay mucha gente que trabaja duro y no tiene esa suerte. Yo creo que si duró 100 años puede durar 100 años más.


- ¿Cuáles son los próximos nichos que hay que explorar?


- El comercio no tiene límites, si uno se arriesga y sabe esperar lo inesperado, puede seguir adelante.


- Es posible que nos estén leyendo personas que están analizando la idea de emprender algún negocio ¿Qué consejos les puede dar a los que recién se están largando a recorrer este camino?


- Que tengan fe, primero en ellos mismos y luego en su país. Y que tengan paciencia. La vida es un largo ejercicio de la paciencia, porque a veces las cosas no salen como uno piensa. La fe no es no dudar, sino dudar y seguir adelante. Vivimos en un mundo que nos deja perplejos a cada momento. Entonces hay que tener fe: dudemos y sigamos para adelante.

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