Forbes Argentina.
El primer objetivo del plan “motosierra” del gobierno de Javier Milei fue la obra pública que, según fuentes del sector, históricamente en Argentina representa un 70% de toda la actividad de la construcción. Por eso, no sorprende que, en este contexto, y luego de casi cinco meses de parate prácticamente total de la inversión pública en infraestructura, los números del sector sean lapidarios.
Los datos oficiales de febrero, los últimos difundidos por el Indec, muestran que la actividad de la construcción registró un desplome del 24,6% en comparación al mismo mes del año anterior, y una caída de 2,4% en términos desestacionalizados en relación a enero pasado. Este dato intermensual siguió a fuertes contracciones de 9,7% en diciembre y 10,1% en enero.
No sorprende entonces que hoy la actividad de la construcción tenga niveles similares a agosto o septiembre de 2020, cuando el país estaba en plena pandemia, y debía ajustarse a estrictos protocolos para abrir las obras, mientras crecían los casos de Covid-19.
“Hoy la obra pública nacional está parada casi al 100%, sólo se está ejecutando la Reversión del Gasoducto del Norte”, señaló Gustavo Weiss, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), quien agregó que la obra pública provincial “en las provincias más grandes tiene cierto nivel de actividad, aunque a un 70% del ritmo anterior”, anticipó.
Todo indica que la intención del Gobierno de frenar la obra pública en un escenario de fuerte recorte del gasto público para poner las cuentas en caja, se mantendrá a rajatabla. De hecho, el pasado 19 de abril Energía Argentina S.A. (Enarsa), empresa pública que figura en el listado de 11 empresas que el Gobierno busca privatizar en el marco de la ley Bases que discute el Congreso, adjudicó obras en cuatro plantas compresoras del Gasoducto Norte, por $22.750 millones.
La empresa adjudicataria fue Esuco y fuentes del sector indicaron que con este acto Enarsa dio por terminado el proceso de licitación de obras para llevar el gas de Vaca Muerta a las provincias del Noroeste argentino.
Impacto económico
Con este panorama a las empresas constructoras sólo les queda la pata de inversión privada, pero ahí entra a tallar la economía. Es que las obras de infraestructura hoy marchan a buen ritmo en sectores como Oil & Gas, minería, o energía eléctrica, donde las distribuidoras desempolvaron algunos planes de inversión tras la recomposición de tarifas.
“La construcción privada residencial, lo que son edificios de propiedad horizontal, tiene una inercia que más o menos se mantiene, especialmente lo que está iniciado, aunque tal vez no empiezan obras nuevas, que pueden estar más a la expectativa”, explicó Weiss, en referencia a la economía formal.
Donde la cosa es más compleja es en el sector informal, que tracciona mucho, representando casi la mitad de la actividad de la construcción. “Este segmento cayó mucho y se refleja en el derrumbe del 35% del índice Construya, que es la construcción y refacción de viviendas unifamiliares”, detalló.
Consultado sobre las razones de este desplome, Weiss señaló que responde a que “bajó mucho la relación peso-dólar, aumentaron mucho los materiales y por otro lado, los sueldos en términos reales bajaron, si estabas por arreglar la cocina de tu casa, hoy le decís a tu mujer 'mi vida, esperemos un poco que se estabilicen los números'”.
Todo este combo explica en cierta forma, por qué entre diciembre y febrero en la actividad se perdieron unos 100.000 puestos de trabajo directos formales, más un número indeterminado, pero también muy importante de empleos indirectos e informales. Estimaciones del sector revelan que en marzo habría que contabilizar la pérdida de un 10% adicional de empleos directos.
¿Vuelven las PPP?
En paralelo al corte de presupuesto para obra pública, el Gobierno impulsa la inversión privada en obras de infraestructura, pero la ecuación no es tan simple. “En países con estabilidad económica y donde se han desarrollado las PPP (participación público-privada), la inversión privada en obra pública no pasa del 15%, el 85% de la infraestructura la hace el Estado”, explicó Gustavo Weiss.
Por su parte, Iván Szczech, propietario de una constructora mediana y exdirectivo de Camarco, destacó que además del freno a la obra pública, las empresas “no han cobrado las deudas por obras realizadas, que a este momento suman unos $300.000 millones sin contar actualizaciones”.
El empresario anticipó que la actividad venía con problemas por redeterminación de precios (ajuste de contratos cuando la inflación se dispara por encima de cierto nivel) y detalló respecto de la deuda por cobrar que “en algunos casos se han devengado los montos, pero no se han pagado, y en otros ni siquiera se ha devengado”.
En este contexto, Szczech recalcó que esto ha tensado la cadena de pagos, y afecta a empresas constructoras, contratistas, corralones y a toda la cadena de valor. “Puede terminar en concursos de empresas y eventualmente en quiebras”, pronosticó.
Las constructoras ya asumen que por un tiempo no habrá obra pública. Por el momento, las provincias están priorizando las obras que tienen financiamiento de organismos multilaterales de crédito. Es el caso de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza o Entre Ríos, y Santa Fe ha emitido un bono de $50.000 millones para “blindar a la obra pública”, dicen en el sector.
Todos esperan señales positivas de la macroeconomía. Mientras tanto, los costos de la construcción virtualmente “se duplicaron en dólares” desde diciembre pasado. Es que en noviembre el dólar estaba en torno a los $1000, pero desde entonces muchos insumos reflejaron subas importantes por la aceleración inflacionaria post devaluación de diciembre, en un contexto en que el dólar se mantiene en torno a $1000.
“La baja de tasas de interés -este jueves el BCRA bajó la tasa de referencia al 60% anual- desde el punto de vista macro y micro es bueno, pero nuestro sector está totalmente parado”, señala Gustavo Weiss, y advierte que “Argentina vuelve a estar cara en dólares”.
Por su parte, Szczech espera que la macro se ordene y baje el riesgo país, pero deja un mensaje claro y contundente que, de alguna manera, resume lo que vive el sector. “Las empresas necesitan llegar del otro lado del río”.
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