LN.
Cuando Benedicta y Miguel llegaron a vivir al barrio Wynwood, en Miami, hace poco más de 50 años, estaba muy lejos de ser el turístico distrito de arte que actualmente recomiendan las guías de viajes y visitan millones de personas cada año.
“La gente me decía: ‘Cómo te vas a mudar ahí si ese barrio no sirve’”, cuenta Benedicta, una mujer puertorriqueña de 90 años, a BBC Mundo en el antejardín de la casa donde todavía vive junto a su marido. Hoy queda justo al lado de uno de los cientos de murales que le han dado una nueva identidad al barrio.
La transformación se ha dado a una velocidad brutal. Según el Wynwood Business Improvement District, entre 2013 y 2023, la zona pasó de tener unos 240.000 visitantes al año a alrededor de 13 millones. Un reporte de 2021 de la misma fuente señaló que los turistas hicieron gastos por US$590 millones en Wynwood solo en ese año.
Ese flujo de dinero, que ha hecho florecer nuevos restaurantes y bares, modernos edificios residenciales y de oficinas y galerías de arte, también ha creado una presión sobre los antiguos residentes a abandonar el barrio, como ocurre en cientos de otros lugares. Según el sitio web de búsqueda de departamentos Zumper, el costo promedio de la renta de un departamento de una habitación en la zona es de US$3324 al mes. Antes, Wynwood solía ser un barrio de clase media baja; alojaba unas cuantas fábricas y casas de un solo piso.
Desde mediados del siglo pasado, la comunidad estuvo compuesta mayoritariamente por familias puertorriqueñas, como la que formaron Benedicta y Miguel. “Ahora esto es para millonarios, esto no es para pobres ya”, dice Miguel, que tiene 81 años. “Poco a poco nos han venido sacando. Un día de estos nos vamos también nosotros”, agrega.
El pequeño San Juan
“Wynwood era un mini Puerto Rico”, le cuenta a BBC Mundo Mariano Palenzuela, administrador de El Bajareque, un restaurante que sirve desde 1974 comida puertorriqueña en la zona y es uno de los rastros de la identidad boricua que predominaba en el barrio. Lo fundó su abuela, que llegó en los años 50 de la isla a Miami. Mariano es la cuarta persona de su familia que lo administra.
“Era la misma cultura que se vivía en Puerto Rico... Las parrandas que se celebraban en las Christmas”, recuerda de su infancia mientras se le refunden algunas palabras en español. “Ahora ya no se hacen porque ha cambiado mucho la comunidad, ya no hay tantos puertorriqueños como había antes, hay más edificios, más extranjeros”, añade.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Wynwood era un barrio que se destacaba por alojar ciertas empresas como la American Bakeries Company, que horneaba y distribuía Merita Breads (una marca de pan famosa en el sureste estadounidense), una embotelladora de Coca Cola y varias fábricas textiles. Esas fábricas empleaban a buena parte de los inmigrantes de Puerto Rico que llegaron en la época al sur de Florida.
David Martínez, hijo de una de las primeras familias puertorriqueñas que llegó a la ciudad, da algunas pistas sobre cómo se empezó a formar “el pequeño San Juan”.“Dondequiera que mi mamá y mi papá se mudaban, había parientes que se mudaban después muy cerca”, contó Martínez en el podcast Miami History. “Mi madre dejaba venir a vivir a casa a gente desplazada, que no tenía dinero, que hablaba español”, añadió.
Benedicta también llegó al barrio porque ahí ya vivía su prima y le contó que estaban vendiendo la casa donde vive hasta hoy.
Un pasado complejo
Ya en los años 70 la influencia puertorriqueña en el barrio era tal que el Wynwood Park (muy cercano a la casa de Benedicta y Miguel y el restaurante El Bajareque) fue rebautizado como Roberto Clemente Park, en honor a un beisbolista boricua que falleció en un accidente de avión.
“Había mucha gente del mismo pueblo, de Puerto Rico, había bastantes amistades”, cuenta Miguel. “Jangueábamos [salir de fiesta] mucho, jugábamos mucho dominó, mucho billar”, añade.
Los recuerdos de los habitantes de ese Wynwood de la segunda mitad del siglo XX coinciden en que el barrio enfrentaba problemas de crimen y violencia. “En los tiempos aquellos el barrio era un poco más difícil. Había mucha violencia, mucha droga, muchos problemas con la policía, fuego, quemazón... De todo había aquí”, cuenta Mariano.
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Según un documento de la Ciudad de Miami, en los años 70 el desempleo en el barrio rondaba el 55% y el tráfico de drogas era rampante. “Wynwood se consideraba una ‘comunidad trampolín’ para los nuevos inmigrantes. La meta de los inmigrantes de clase trabajadora era mejorar su posición económica para poder abandonar el barrio lo antes posible”, señala el documento.
Al comparar el enorme cambio que ha vivido el barrio desde ese entonces, Miguel es consciente de que ha venido con un costo. “Esto ha crecido demasiado. Está bonito, pero cuando uno va a comprar se nota la diferencia”, dice. “Antes yo iba con US$20 a la tienda a comprar y ahora con US$20 no puedo hacer nada”.
El barrio de los artistas
Sol, una joven de Buenos Aires de 22 años, es una de los miles de visitantes que llegó a Wynwood atraída por el arte callejero. “Nos comentaron que antes era como un barrio bastante dejado y que ahora lo empezaron a restaurar y a abrir más locales, más arte y está más lindo”, le contó a BBC Mundo mientras recorría la zona con su familia en junio.
Ese pasado del que habla Sol tiene que ver con que, en los 80, Wynwood era uno de los barrios más pobres en una ciudad que además se estaba viendo afectada en general por la recesión de inicios de la década y la desindustrialización. Fue en esa misma década, sin embargo, cuando el barrio comenzó a alojar una incipiente comunidad de artistas. Con financiación de la ciudad y el condado, un grupo de artistas compró, por ejemplo, el edificio donde solía operar una panificadora y que había quedado abandonado, y lo convirtió en talleres de arte.
“Sentimos que había llegado el momento de que Miami contara con un centro de arte, un lugar de encuentro para artistas visuales”, le dijo Helene Pancoast, una de las artistas, a The New York Times en esa época. El Bakehouse Art Complex, que funciona en Wynwood hasta la actualidad, fue uno de los primeros espacios destinados al arte en el barrio.
La explosión inmobiliaria
La transformación inmobiliaria definitiva de Wynwood en lo que es hoy en día no arrancó sin embargo hasta entrados los años 2000, de la mano del interés de grandes desarrolladores como Tony Goldman y David Lombardi.
Lombardi comenzó a comprar bodegas poco valoradas en el barrio en el año 2000. Para 2005, ya había construido y vendido un condominio de 36 departamentos tipo loft. En una controvertida entrevista que apareció en un corto documental de 2015 sobre la gentrificación de Wynwood, Lombardi afirmó: “Me gusta decir que tomé mierda de pollo y la convertí en ensalada de pollo en este barrio”.
Goldman, por su parte, adquirió más de 25 propiedades en Wynwood entre 2004 y 2006. “En aquel momento, era un barrio de bodegas poco densificado con una comunidad artística emergente. Tony reconoció su gran potencial para evolucionar de forma emocionante y natural, y supervisó un plan maestro para crear una comunidad peatonal artística, de buen gusto y arquitectónicamente dinámica”, se lee en la página web de la compañía Goldman Properties.
Goldman venía de ser uno de los inversionistas que renovó el barrio Soho en Nueva York y South Beach en Miami Beach. La combinación de arte con una apuesta de renovación urbana no era casual. Lombardi explicaba en la misma entrevista de 2015: “Cuando le metes arte y cultura, le sacas el mejor provecho a tu dinero”.
En su tesis de doctorado en Sociología Comparada por la Universidad Internacional de Florida (FIU), el profesor Marcos Feldman explicó que “mientras que en otras ciudades los movimientos de revitalización urbana asociados al arte fueron liderados por los propios artistas, a veces como parte de un movimiento social más amplio, en Wynwood los desarrolladores inmobiliarios lideraron el movimiento”.
En 2009, también financiado por Goldman, abrió Wynwood Walls, un museo de arte callejero a cielo abierto que se convirtió en el principal atractivo turístico del barrio. Cuenta con murales de más de 100 artistas de todo el mundo y recibe más de tres millones de visitantes al año. La entrada, que inicialmente era gratuita, ahora cuesta US$12. Para 2011, ya había más de 100 lugares y negocios relacionados con el arte en el barrio.
Wynwood para vivir
Desde entonces, la oferta inmobiliaria del barrio no ha parado de crecer. Hoy, Wynwood vive un auge de la construcción de modernos edificios residenciales, que se intercalan con restaurantes, bares y tiendas de souvenirs.
Algunos de los murales se han ido mudando poco a poco de las antiguas construcciones industriales a los costados de los nuevos edificios. Es un paso que el desarrollador David Lombardi había anticipado en una entrevista para una radio pública local: “Necesitamos muchos más edificios residenciales para hacer que Wynwood esté vivo las 24 horas del día”.
Lo último en ese auge de proyectos residenciales que vive Wynwood es que una decisión de la legislatura de Florida de 2023 anuló la restricción que había en el barrio de no construir edificios de más de 12 pisos. Desde entonces, según el diario Miami Herald, ya hay cuatro propuestas de desarrolladores para construir edificios de departamentos de 19, 25, 39 y 48 pisos.
Los rastros del pasado
A pesar de esa vertiginosa gentrificación, algunos rastros de un pasado diferente subsisten en el barrio. “Tienes unas cuantas calles en las que hay lugarcitos para tomar y comer, y si caminas un par de cientos de metros en otra dirección todavía puedes encontrar los restos de la ciudad que había antes”, describió para BBC Mundo Lorenzo, un artista italiano que visitó Wynwood en junio para realizar una instalación en una exposición temporal.
El nombre de alguna calle o algún parque y alguna que otra bandera puertorriqueña recuerdan ese pasado que vivieron Benedicta, Miguel, David y Mariano, cuando Wynwood era “el pequeño San Juan”, también llamado simplemente “El barrio”.
Ahora que acoge a millones de turistas, se ha vuelto también un lienzo para artistas puertorriqueños, que por un camino y un motivo muy diferente llegan al mismo lugar que sus compatriotas. David Zayas es uno de ellos. Junto a Alexis Díaz, también puertorriqueño, pintaron en el barrio a finales del año pasado “Isla”, un mural en homenaje a su lugar de origen. “Wynwood se ha convertido en una de las mecas del muralismo, y siempre había querido poder pintar ahí”, le cuenta Zayas a BBC Mundo.
“Cuando yo salgo de Puerto Rico y voy a otros lugares donde hay puertorriqueños, me viene la perspectiva rápidamente de la nostalgia que uno siente cuando se va del país”, agrega. “Queríamos hacer algo específicamente para esas personas que añoran su país”, personas como Miguel, quien después de vivir más de 50 años en Wynwood sigue queriendo volver a Puerto Rico.
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