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El fin de la era de los barrios de casas bajas parece haber llegado a Buenos Aires desde la sanción del nuevo Código Urbanístico del año 2018 que permitió construir edificios en las esquinas, reducir los pulmones de manzana, adelantar la línea de los frentes y terminar con la fórmula que limitaba la ocupación del suelo al vincular la superficie construible con el tamaño del lote.
Al modificar esta fórmula que rigió durante años, se le abrió las puertas a un proceso de densidad poblacional que permite el criterio de alturas fijas que varía según el barrio donde se construya y que van desde la planta baja más dos pisos, 9 metros de altura, hasta planta baja y 12 pisos de 38 metros de altura.
Sin embargo, llegado a este punto que intenta fijar un límite, el Gobierno de la Ciudad ha decidido -desde 2018 a la fecha- otorgar un número importante de excepciones que autorizan a construir más allá de los 12 pisos y, a cambio, recibe de parte de los desarrolladores inmobiliarios dinero para las comunas u obras públicas como espacios verdes en la zona donde se edifica. Frente a este panorama de aumento de la densidad y, en muchas ocasiones, de servicios de primera necesidad colapsados por cuestiones energéticas y sanitarias que exceden al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, los vecinos autoconvocados de Chacarita han sido de los primeros en organizarse para intentar detener los proyectos de construcción en altura.
Cemento en lugar de espacios verdes y pulmones de manzana Primero realizaron un relevamiento de los lotes en construcción efectiva, luego, las que poseen permiso de demolición futura y, por último, las parcelas que están en venta a la espera de la adquisición de una constructora. Hasta principios de abril hallaron 143 lotes en esas condiciones lo que motivo la redacción de un proyecto de ley presentado ante la Legislatura porteña para retornar a los criterios anteriores a la reforma del año 2018. El Gobierno porteño -desde 2018 a la fecha- otorgó muchas excepciones que autorizan a construir más allá de los 12 pisos Los propietarios de Chacarita se reúnen en el centro cultural Fraga y allí mostraron su preocupación a la prensa por la cantidad de cemento que va en aumento en sus calles en detrimento de los espacios verdes y pulmones de manzana que se imponen con las construcciones proyectadas.
Para Agustina Ferré, "Chacarita es el barrio que elegí para criar a mis hijos y observo que los nuevos proyectos son de departamentos chicos, unipersonales, en muchos casos, promoviendo la desunión entre los vecinos, y la imposibilidad concreta que mis hijos se críen como lo hice yo en la década del ‘80, rodeada de amigos y buenos vecinos en las plazas del barrio".
Habilitaciones comerciales, descontroladas Otro de los puntos que preocupa a los vecinos autoconvocados es el descontrol de habilitaciones comerciales en las cuadras de los barrios.
"En algunos casos, empresarios de proyectos comerciales buscan englobar las parcelas para tener más metros para edificar y levantar un comercio enorme", afirmó Luis del Valle, del barrio de Villa Crespo. "Es lo que sucedió en numerosos lugares de Palermo". Existen barrios donde la fisonomía de sus cuadras ha comenzado a cambiar rápidamente como en Liniers y Mataderos donde el Gobierno de la Ciudad continúa habilitando permisos de obras en altura. Recostados sobre la zona oeste de la ciudad, siempre fueron barrios de casas bajas con pasajes característicos y familias que suelen conocerse por generaciones.
El Código Urbanístico de 2018 permitió, entre otras cosas, construir edificios en esquinas y reducir los pulmones de manzana "A pesar de la crisis económica nacional, los desarrolladores siguen invirtiendo en ladrillos como una manera de refugiarse de la depreciación del peso y construyen hasta el límite más elevado que pueden hacerlo en un barrio de edificaciones bajas", aseveró Juan Gámez, vecino de Villa Luro, jubilado en la actualidad, que supo trabajar en el sector inmobiliario.
La organización de los vecinos de Chacarita, Colegiales, Villa Ortúzar, que están siendo asediados por los constructores, tiene su fundamento en las pequeñas victorias que consiguieron otros contribuyentes que se organizaron en Balvanera, Núñez, Belgrano y lograron sancionar una ley que redujo las alturas máximas en esas zonas, además de frenar dos proyectos de construcción de un estadio, en Manzana 66 del barrio de Balvanera, que terminó siendo un parque entre las avenidas Jujuy y Belgrano y las calles Catamarca y Moreno y en la plaza Clemente, en Colegiales, donde se había proyectado un shopping. Ahora bien, estas presentaciones de los vecinos ante los legisladores porteños poseen su contracara. Ante la posibilidad que los diputados de la Ciudad frenen los proyectos de construcción, los desarrolladores han comenzado con una carrera contra reloj para conseguir los certificados urbanísticos que les permitan edificar aún antes de tener los planos o el dinero para comenzar la obra.
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