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Dormir en una cúpula: compró el departamento con vista al Teatro Colón, lo reformó y lo alquila por noche

La Nación.


No cabe duda de que la ciudad de Buenos Aires exhibe una pintoresca diversidad arquitectónica, siendo las cúpulas las protagonistas destacadas de su paisaje urbano. Como auténticas joyas que coronan edificios emblemáticos, estas estructuras en forma de domo no solo perduran en el tiempo, sino que también confieren al horizonte porteño una elegancia singular.


Desde las imponentes cúpulas neoclásicas que se alzan en la avenida de Mayo hasta las más modernas y vanguardistas que perfilan el skyline contemporáneo, cada una cuenta una historia arquitectónica propia.


Una de ellas se encuentra en el transitado centro porteño, en la esquina de Suipacha y Tucumán, culminando un edificio de estilo francés construido hace más de 100 años. Sin embargo, lo que lo distingue no es solo su arquitectura imponente, sino un secreto nocturno que pocos conocen: su cúpula, la cual, sorprendentemente, está disponible para pasar la noche.


Una dueña tailandesa muy particular

En el año 2013, Nicolás Alessi adquirió este peculiar rincón de la ciudad y decidió transformarlo en una experiencia para aquellos aventureros que buscan algo más que la típica estadía en un hotel convencional. Sin embargo, tuvo dificultades para realizar la compra debido a las restricciones con el dólar de esos tiempos. La transacción, lejos de ser convencional, involucró a una vendedora peculiar: una joven tailandesa que nunca había puesto un pie en Argentina y menos en el departamento que estaba vendiendo.


La cúpula, adquirida originalmente como una inversión por su anterior dueña, tiene una historia entrelazada con la remodelación del edificio en los años 90, parte de un ambicioso proyecto llevado a cabo por una empresa española. Este proyecto incluyó la compra total del edificio para su restauración, con la intención de vender unidades a extranjeros y operarlas como alquileres turísticos, garantizando así una rentabilidad para los propietarios individuales. Cada departamento funcionaba como una especie de hotel privado, con una gestión independiente a cargo de sus respectivos dueños.


El proceso de reciclaje total del edificio y su puesta en valor se sumó a una larga lista de distintas transformaciones y propósitos que tuvo la construcción, incluso funcionado como escuela en algún momento de su historia. Hoy en día, el edificio cuenta tanto con departamentos residenciales como oficinas.


Sobre la adquisición de la cúpula, el dueño relata: “Nunca conocí a la chica que me lo vendió. Ella tenía un apoderado, un inglés, que vivía acá en Buenos Aires e hicimos todo el trámite entre nosotros”. El fracaso del proyecto español y la decisión de muchos propietarios de vender -como el caso de la dueña de la cúpula- se atribuyeron a las restricciones cambiarias de la época, las cuales desalentaron a los inversores que se encontraron con la imposibilidad de repatriar sus ganancias desde el extranjero.


Visión de negocio

“En realidad, estaba en búsqueda de un espacio para vivir personalmente, no específicamente una cúpula”, comparte el propietario. Sin embargo, al explorarla, se percató de su potencial como una inversión atractiva para el alojamiento temporal.


Aunque recibió la propiedad en un estado decente, Alessi optó por llevar a cabo varias reformas significativas para mejorar tanto la funcionalidad como la estética del lugar. “Transformé la cocina, mandé a hacer muebles a medida, todo para adaptar el espacio a la disposición particular del departamento. Además, decidí colocar un piso nuevo en uno de los patios”, detalla.


Estas modificaciones no se orientaron a replicar de manera precisa la apariencia de 1905. Con el transcurso del tiempo, el edificio experimentó diversas transformaciones, lo que dificultaba determinar con precisión cuál era su aspecto original. De todas maneras, dado que el edificio cuenta con protección patrimonial, los cambios en la fachada exterior y en la cúpula son limitados, preservando así su autenticidad histórica.


El departamento, en conjunto con la cúpula, abarca una superficie total de 100 m², contabilizando dos terrazas. La cúpula, designada como dormitorio y con acceso mediante una escalera de mármol, tiene un curioso detalle: sus paredes están meticulosamente pintadas para simular un cielo, algo que se presume formó parte de la restauración llevada a cabo por la empresa española en algún momento. Desde la habitación, se puede acceder a un pequeño balcón que ofrece una vista privilegiada del Teatro Colón. Entre sus otros ambientes se encuentran un pequeño living comedor y un vestidor, ambos con vistas a la ciudad.


Disponible para alquilar por Airbnb, la tarifa por noche es de US$69. Entre los huéspedes que han habitado esta cúpula única, el propietario comparte algunas anécdotas memorables. “La primera persona a la que le alquilé fue una italiana que trabajaba como vestuarista para la ópera Madama Butterfly en el Teatro Colón. En otra ocasión, recibí a una mujer de 90 años que su sueño era dormir en una cúpula. Fue un regalo de cumpleaños organizado por sus sobrinas, aunque en su momento les advertí sobre la escalera para acceder al dormitorio”, recuerda Alessi. No obstante, al conocer a la mujer, quedó gratamente sorprendido por su agudeza mental y vitalidad.


Además de los encantos de esta unidad en particular, el edificio también tiene un aspecto único, conservando hasta el día de hoy los buzones donde se dejaban las correspondencia de cada departamento. “En ciertas ocasiones, consideré la posibilidad de mudarme y vivir allí, pero mientras continúe siendo una inversión rentable, prefiero mantener su función de alojamiento temporario y que muchas personas puedan disfrutarla”, asegura el dueño.

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