Dejar la facultad, mudarse a una aldea y vivir a contracorriente del mandato familiar no son decisiones que se toman a la ligera. Sin embargo, para Juan José Sánchez y Juan Ignacio Olveira se sintió como un camino que estaban destinados a transitar. Su vida en comunidad y sus tres cortos años de carrera en Arquitectura y Diseño les dieron el mindset necesario para salir del molde e innovar en un negocio que en el país todavía no era conocido. En 2013, teniendo apenas 21 y 25 años respectivamente, decidieron fabricar domos.
Juan José Sánchez y Juan Ignacio Olveira fundaron Domos Córdoba en 2011
En el mundo de la bioconstrucción, los últimos años fueron testigos de la creación de una nueva tendencia: los glampings. Llamados así en alusión a los campamentos glamorosos, las carpas premium en forma de domo se ven cada vez más en complejos turísticos, cadenas hoteleras y eventos.
Dos años después de fundar el emprendimiento construyeron su primer domo
“Ahora son re comunes pero hace 10 años nadie sabía lo que era un domo”, establece Juan José Sánchez, fundador de Domos Córdoba. Desde que comenzaron en 2013, la empresa ya fabricó más de 500 domos para proyectos turísticos, festivales como el Lollapalooza y enseñaron a construirlos en eventos y universidades en varios puntos de la Argentina, Uruguay, México y Barcelona.
El camino de la innovación
Con historias muy similares entre sí, Juan Ignacio y su socio Juan José comparten hasta el primer nombre. Sánchez oriundo de Chubut y Olveira de Catamarca, ambos decidieron estudiar en Córdoba la carrera de Arquitectura y Diseño. Después de tres años de facultad y sin haber cruzado caminos todavía, decidieron dejar sus estudios para radicarse en aldeas y vivir en comunidad.
Si bien habían compartido reuniones, no fue hasta que se reencontraron en un evento años después de dejar atrás la vida en la montaña que se dieron cuenta de que tenían en común sus ganas de trasladar lo aprendido de la vivencia en las comunidades. “Queríamos hacer algo novedoso, relacionado con la naturaleza que conectase lo material con lo espiritual”, cuenta Sánchez. Así es como de la mano de un tercer amigo, quien ya no forma más parte del proyecto, llegó la idea de hacer domos.
Los creadores del emprendimiento querían iniciar un proyecto que estuviese en contacto con la naturaleza
Si bien contaban con un ingreso por sus otros trabajos haciendo panes y fletes, entre otras cosas, necesitaban una financiación más importante para comenzar el proyecto. Acudieron entonces a sus familias, que no entendían muy bien de qué se trataba su propuesta y que, según ellos, “nadie les ponía ni una ficha de confianza en que pudiera funcionar”.
Seguros de su visión, argumentaban que no querían emprender con un negocio ya existente sino que afirmaban que “la clave es buscar algo que sea imposible y hacerlo posible”, según Sánchez. Lograron que les presten $50.000 en 2011 que usaron para comprar herramientas y comenzaron a probar diseños y planos.
Pero dicen que emprender es dar un paso adelante y dos para atrás y ellos lo vivieron en carne propia. El primer revés fue cuando después de adquirir lo necesario se encontraron que de la noche a la mañana les habían robado todas las herramientas nuevas. A pesar del obstáculo, lograron reflotar el negocio cuatro meses después de haber comenzado, cuando apareció el primer cliente a quien le cobraron por adelantado y usaron el dinero para volver a cero.
El tiempo, la práctica y la alianza con el estudio de arquitectura Van-Gross permitieron el desarrollo y la mejora progresiva de sus productos. Después de una serie de experimentos lograron un prototipo de domo impermeable y su objetivo pasó a ser darse a conocer. “Ahí es cuando entraron en juego las redes sociales. Tuvimos que aprender fotografía para que las fotos luzcan el producto, íbamos a eventos y vendíamos lo que podíamos”, recuerda Olveira, y agrega que también construyeron un domo y lo pusieron en alquiler como otra fuente de difusión.
"Pudimos vivir de la fabricación de domos cuatro años después de haber empezado el proyecto"
Juan Ignacio Olveira, cofundador de Domos Córdoba
El primer hit en su proyecto fue gracias a los kits de madera para autoconstrucción, su línea más accesible de domaos. “Al principio vendíamos solo la estructura y los clientes tenían que ver cómo completarlo, después desarrollamos la cobertura impermeable y ventanas triangulares y de a poco fuimos completando los kits”, cuenta Sánchez. Como había clientes que no querían involucrarse en el embrollo de la construcción, empezaron a tener varios pedidos para construir en distintos puntos del país.
Uno de sus primeros domos lo destinaron al alquiler para sumar una fuente de ingreso
Envalentonados, se propusieron capitalizar el know-how desarrollado hasta el momento y empezaron a dar cursos. “Cuando teníamos el objetivo de que la gente conozca los domos, empezamos a hacer cursos para que aprendan a armarlos. Arrancamos en campamentos con gente que quería irse a vivir a la sierra, hacíamos convocatorias por redes sociales y llegamos a dar talleres en Uruguay, en la Riviera Maya y en Barcelona”, relata, y dijo entre risas: “Nosotros que nos fuimos por la puerta chica terminamos dando clases en la Universidad de Córdoba”.
Sánchez reconoce que los cursos dieron sus frutos. “Las personas que aprendían con nosotros empezaron a ser jugadores que entraban al equipo”, explica Olveira. De esta manera, vendían capacitaciones a la vez que formaban a sus futuros colegas y hoy en día en el emprendimiento trabajan casi 40 personas. "Empezamos armando domos para una canchita de fútbol y pasamos a armar domos para varias ediciones del Lollapalooza, nos llamaban y nos contrataban".
Hasta el 2019, solamente vendían la “cáscara” del domo y el comprador luego tenía que hacerse cargo del interior. “Hoy pienso y no sé cómo hicimos para vender estructuras para que las personas después vieran qué hacer con eso”, reconoce Olviera.
Hasta antes de la pandemia, solamente vendían el esqueleto de los domos sin infraestructura
Como a todo el mundo, la pandemia los agarró por sorpresa. Paralizados los viajes, decidieron documentar el paso a paso de la construcción de un domo para hacer tutoriales virtuales que hoy en día venden a distintos países. “Entre los 19 cursos presenciales y la academia digital ya llevamos alrededor de 500 personas capacitadas por nosotros”, asegura Sánchez.
Si bien la demanda de los domos comenzó por destinar su uso en estudios, invernaderos o cabañas sencillas, el perfeccionamiento de las construcciones actualmente permiten usarlos como vivienda. “Con el estudio Van-Gross trabajamos en conjunto y hacemos obras de bioarquitectura. Armamos viviendas completas para el desarrollo de ecoturismo que ya están disponibles en Mendoza, Jujuy y Córdoba, se usan como salones de usos múltiples, espacios para hacer yoga o lugares techados en los jardines”, detalla.
Hoy en día, los fundadores trabajan en un domo en Los Aromos, localidad cordobesa donde viven, para eventualmente poner en alquiler turístico. Los domos se usan como salones de usos múltiples, espacios para hacer yoga o lugares techados en los jardines
Cuánto cuesta construir un domo
Los especialistas estiman que para una obra con alto rendimiento de terminaciones, el precio ronda los US$900 por metro cuadrado. En cuanto a los diferentes productos, ejemplifican que un domo ya armado de 33 metros cuadrados -que es el que más venden para el turismo- cuesta alrededor de US$30.000.
Mientras tanto, las opciones más accesibles son los kits de autoconstrucción que no cuentan con infraestructura como instalación eléctrica y térmica. Estos parten desde los $350.000 los de 7 m² y llegan a tener hasta 80 m².
Comments