La Nación.
asas de nueve pisos, sostenibles, atemporales, que generen agua y produzcan comida, con buen gusto y que logren que cada inquilino viva todos los días una experiencia distinta. Estas cosas pasan por la cabeza de Ezequiel Miedvietzky a la hora de pensar en un proyecto inmobiliario. Su visión no es tradicional ni limitada. Sus medios tampoco. Para él, la clave del éxito en el sector del real state no es una cuestión de quién tiene el mayor presupuesto, sino de quién pone más cabeza.
Oriundo de Resistencia, Chaco, a sus 13 años (hoy tiene 40) se mudó con su familia a Buenos Aires, terminó el colegio y estudió ingeniería industrial. En 2006, a sus 23, decidió entregarse de lleno al desarrollo inmobiliario, un rubro que no le era ajeno porque su familia tenía una empresa de real estate. Desde un principio tuvo la premisa de que lo iba a hacer de una forma distinta al resto. Y así fundó Amarilla, una célula dentro de la compañía familiar. Desde entonces, concretó planes en distintos lugares del mundo: Argentina, Estados Unidos, India, Arabia Saudita e Israel. En diálogo con LA NACION, contó por qué es un apasionado de la profesión, y reveló cuáles son los secretos para ser novedad en el negocio.
“Esto es lo único que hice. Nunca quise dedicarme a otra cosa”, dijo Miedvietzky para romper el hielo. Aunque admite que la suerte más grande que tuvo a la hora de despegar en el rubro fue nacer en una familia que siempre lo apoyó económica y emocionalmente, reconoce que para mantenerse vigente es necesario saber adaptarse ante los cambios que plantea el entorno.
Un hombre de mundo
Miedvietzky está convencido de que las oportunidades del mundo son inagotables y está dispuesto a pasar la vida explorándolas. Se define como un “enamorado de todos los lugares” y, aunque hoy su base está en Miami, donde vive con su perro, no se siente atado a ninguna ciudad en particular.
Además de su formación inicial en ingeniería industrial, estudió Management y Desarrollos en Harvard Business School y Harvard Design School, respectivamente. “En Harvard aprendí que nunca es suficiente. Que hay que desafiarse más porque siempre se puede llegar más lejos. Que no hay una línea de llegada, sino un camino progresivo de mejora”, reflexionó.
A lo largo de su trayectoria profesional concretó proyectos en todo el mundo, en los que realizó tanto el desarrollo como el diseño y la construcción. En Argentina, uno de sus logros más locos está en Resistencia, Chaco, en donde construyó “Harmony”, una torre residencial premium de 30 pisos y 49 departamentos con 13.000 m² de obra, cuyo valor por metro cuadrado es de US$4500 (cuatro veces lo que se vende en esa ciudad). Aunque optó por no quedarse con ninguno de los departamentos, mudó a su abuela allí. “Soy muy desapegado de lo material, pero cuando quiero visitar sé que en su casa tengo un cuarto”.
Fuera del país, en Arabia Saudita ganó en el 2022 el Premio Mundial al Proyecto Sostenible con KAUST Villa, una casa ubicada en el campus de la King Abdullah University of Science and Technology, en donde puso en práctica la mayor cantidad de conceptos posibles para el aprovechamiento eficiente de los recursos dados, entre ellos el reciclado de agua, la generación de agua potable a partir de la humedad del aire y vidrios transparentes que recolectan energía.
También menciona un proyecto “por hobbie” en Tel Aviv, Israel, que está desarrollando con fondos personales que consigue “pasando la gorra”. Consiste en una caja de cristal experimental de 40 metros cuadrados, por el momento sin residentes, en la que quiere probar cuáles son los límites de la sostenibilidad e, idealmente, conseguir que sea Net Zero. “Queremos que la casa genere comida y que, en un futuro, cualquier persona pueda vivir ahí completamente desconectada de la grilla”.
Miedvietzky hace énfasis en que lo interesante de trabajar en tantos lugares es que la cultura cambia abrupta y rotundamente y uno se llena de conocimientos nuevos. “En Arabia Saudita el concepto de intimidad es completamente distinto al que conocemos. En una propiedad existen distintos niveles: la vida social y la familia, y para trabajar uno hay que entenderlos a ambos”, explicó a modo de ejemplo.
Otro ejemplo es el de su proyecto en India, en donde está construyendo una casa de nueve pisos y 5000 metros cuadrados que supuso una inversión de US$45 millones sin contar el terreno. “En India cuando la gente construye proyecta los 50 años que tiene por delante, para que todas las generaciones se queden a vivir en la misma casa. Entonces son viviendas más parecidas a edificios, donde el concepto que prima es el de departamentos con amenities que se comparten en familia”, señaló. “En cada proyecto nos enfocamos en los que viven y cómo viven y, para poder hacerlo, entender el componente sociocultural es crucial”.
“Buenos Aires es primer mundo”
Podría decirse de Miedvietzky que su sed de aventurarse en el mundo es insaciable. Así y todo, a Buenos Aires vuelve cada mes y medio. En parte porque los cuarteles de trabajo de Amarilla están aquí, y en parte porque confía en esta ciudad que, al margen de la coyuntura, es de las más sólidas del mundo y tiene muchísimo potencial. “Aunque tenga sus problemas circunstanciales, Buenos Aires para mí es primer mundo. No es una segunda ciudad, es una ciudad en serio”, aseguró.
Miedvietzky destaca que Argentina es el único lugar en el que se come asado en plena obra y donde, además, la propiedad tiene un valor intrínseco de ahorro y que, por eso, siempre se van a poder hacer negocios, más allá de la inestabilidad e incertidumbre del contexto político, económico y social.
En su repertorio de proyectos ya terminados hay un edificio de oficinas ubicado sobre Avenida del Libertador al 1410 que va a ser la nueva sede de Corporación América y tiene una fachada completamente vidriada con paneles curvos como los locales de Apple; y, por otro lado, una sinagoga ubicada en la calle Juan Francisco Seguí.
Cuenta con certificación Gold LEED
De cara al futuro tiene un proyecto de departamentos en Palermo Hollywood, en Uriarte y El Salvador, en el que no hay una propuesta súper definida, pero la misión es innovar. “Estamos pensando qué podemos inventar. Queremos jugar con los límites de los espacios interiores y exteriores”, adelantó Miedvietzky. “Probar requiere coraje”
No es más plata, es más cabeza
La apuesta al desarrollo de proyectos sostenibles de Miedvietzky pasa por una cuestión de ética y respeto al ambiente. “La sostenibilidad no es solo un tema de energía. También es un tema de belleza. Tener que demoler un edificio después de 20 años porque pasó de moda o es feo no es sostenible”, dijo.
Además, plantea que los casos más nobles e interesantes de sostenibilidad están en el pasado, cuando no abundaba la energía. En la región de Masada (el segundo lugar más visitado de Israel), por ejemplo, cuenta que había una montaña en donde vivía una población de 1000 personas y llovían 20 milímetros de agua por año. Con un sistema de aprovechamiento a través del relieve se las ingeniaron para no solo recolectar el agua para usos domésticos, sino también para hacer saunas y baños termales.
Así será la moderna cocina con espacio para comer
“Manejando elementos como el aire y el agua las comunidades hace 2000 años lograban autoabastecerse y un nivel alto de confort. Por eso siempre digo que, para hablar de acá en adelante hay que mirar los libros de atrás”, subrayó. “Después nos enchufaron y nos olvidamos de todo. Si podemos o no hacer las cosas bien es un desafío intelectual que tenemos que querer tomar”.
En definitiva, el hombre sostiene que, al margen de la discusión política de si el cambio climático es real o no, no malgastar energía debería ser el principio básico de desarrollo. “Durante la mayor parte de la historia de la humanidad no tuvimos energía como hoy y vivíamos bien. Hoy tenemos de sobra y la malgastamos. Mi trabajo es hacer las cosas bien al margen de estas discusiones y al margen de mi opinión personal”, concluyó. “Si puedo hacer las cosas bien, sin consumir energía, ¿por qué lo haría de otra forma? Se trata de una cuestión de cabeza, no de plata”.
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