Cronista. Por Lucas Peverelli.
Las temperaturas siguen aumentando y Brasil llega a los 62 °C en marzo. Mientras tanto, en la otra punta del mundo, investigadores de los Países Bajos advierten sobre una posible era del hielo en el Hemisferio Norte. Dos caras de una misma moneda se ponen en juego para ilustrar una única realidad: el cambio climático está alterando el mundo que conocemos. Preocupados por esa transformación, cada vez son más los actores políticos, institucionales y económicos que accionan (o reaccionan) para paliar el impacto. Este movimiento trae, sorprendentemente (o no tanto), oportunidades para una Argentina que necesita inversiones extranjeras como pocas veces en la historia.
Empecemos por el contexto; un informe de Schroders de este año muestra que la actual preocupación por la cuestión ambiental está reorganizando el panorama económico mundial. Los inversores privilegian un enfoque más sustentable y la búsqueda por la descarbonización de la economía se vuelve cada vez más interesante. Un buen ejemplo de esto es el continuo desarrollo de fuentes de energía renovable: según el 67% de los encuestados para el informe, este sector de la economía fomenta la inversión en innovación. Este contexto de cambio permanente comienza a obligar a los inversores a modificar su forma de accionar, consolidando oportunidades para empresas y productos que fomentan la sostenibilidad y el impacto positivo como nuevas maneras de hacer negocios.
Lejos de ser un patrón exclusivo de los inversores internacionales, el mercado local también parece elegir el financiamiento sostenible. Según el último reporte de BYMA, en el 2023 se emitieron 23 valores negociables SVS (Sociales-Verdes-Sustentables), un 35% más que en el 2022 y así se consolida la preferencia por estos instrumentos en los últimos años. A su vez, del total de emisiones, 70% fueron Bonos Verdes (45% más respecto al 2022), 17% Bonos Sustentables y 13% Bonos Sociales. En este panorama, se nos presenta la oportunidad, como país, de funcionar como un espacio de atracción para aquellos agentes internacionales que quieran invertir en un mundo más sostenible.
Los ejemplos se repiten. Pese a las críticas que ha sufrido cierto sector del agro en Argentina, en los últimos años su esfuerzo por virar hacia una producción más responsable ha sido prometedora. Vale destacar el ejemplo de Agrology, Viterra y Puma que impulsaron un programa para la medición integral de la huella de carbono de algunos cultivos en más de 500.000 hectáreas. Detectaron que jugar en el mercado global requiere crear valor ambiental y social. Asimismo, muchos productores están certificando procesos similares (por ejemplo, la soja) para exportar a mercados internacionales que demandan responsabilidad ambiental y transparencia (y por lo tanto están dispuestos a pagar más por ese cultivo).
Desde el otro lado productivo del campo, este año se certificó en Argentina a la primera producción de carne vacuna carbono negativo del mundo. En conjunto, el INTA, INTI y el sector privado consiguieron validar la primera producción de un kilo de peso vivo bovino en un campo ganadero mediante la Declaración Ambiental de Producto (EPD), el sistema de certificación y ecoetiquetado más riguroso a nivel global. Otro gran avance, para seguir abriendo o consolidando mercados internacionales.
El potencial Argentino para la generación de energía renovable no puede omitirse. Según la Cámara Argentina de Energía Eólica, el 70% del país presenta ráfagas de viento lo suficientemente fuertes como para mover molinos y producir energía limpia. Por el momento, el país cuenta con 57 parques eólicos con 900 aerogeneradores, y si bien la producción todavía no representa el 10% de lo que generan las energías provenientes de combustibles fósiles, evidencia un gran potencial de crecimiento. La energía solar, otra gran estrella repleta de potencial, verifica una producción con 39 plantas solares alimentando el Sistema Argentino de Interconexión, y la provincia de Jujuy liderando con el campo solar más grande de Latinoamérica. Otra gran oportunidad para ofrecerle al mundo, soluciones a la orden del día.
La conversación pública no puede ni debe agotarse en los sectores de la economía "linealmente" ligados a los inmensos recursos naturales de nuestro país, y su claro vínculo con una forma de hacer negocios que privilegie la sustentabilidad, sino que debe extenderse a todos los demás sectores de la economía y empresas argentinas que ya han optado por construir valor ambiental y social como camino innovador para su desarrollo individual. Ya sea para una empresa productora de compuestos de plástico, una dedicada a intervenciones técnicas de alta complejidad en industrias o ciudades, desarrolladoras, demoledoras y de movimientos logísticos, la proliferación de oportunidades a alcanzar a través de la sustentabilidad se consolida a nivel internacional y crece a nivel local.
Debido a la extensión y diversidad del territorio argentino, estamos frente a una posición privilegiada para lograr un futuro sustentable, del que todos los argentinos puedan ser parte. El mundo está buscando lugares para invertir de forma sostenible y Argentina puede convertirse en aquella oportunidad que los inversores extranjeros buscan asiduamente.
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