La próxima fase del programa económico argentino: ¿un espejo del modelo israelí de los 90?
- Equipo OB
- 30 abr
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Por Oscar Bercovich, para la Revista Fortuna.
Hablar de la fase 3 del programa argentino es hablar del pasado. Lo que estamos viviendo ya fue. El mercado ya descontó, ya ajustó, las expectativas ya se revisaron y el presente es solo pasado en cuestión de minutos. ¿Pero el futuro? ¿Qué se viene? ¿Cuál es el plan? ¿Cómo sigue este proceso?
Imaginar el futuro económico de Argentina puede parecer un ejercicio sin muchas respuestas, por ahora. Pero hay algunas coincidencias que me llaman la atención: Es el plan Israelí 1991.
Hay muchos elementos que invitan a pensar que la propuesta del plan macroeconómico 2025 se inspira en la experiencia de Israel en 1991.
Hoy Argentina enfrenta un escenario que ya conocemos: inflación (aunque en desaceleración), tipo de cambio inestable, reordenamiento fiscal, acuerdo con FMI, superávit comercial moderado, reservas bajas (salvo por la inyección del FMI) y una dependencia del dólar que erosiona la confianza en el peso. Y, desde el lunes pasado, entramos en una nueva fase en busca de credibilidad y estabilidad.
En 1991 Israel estaba en una encrucijada parecida. Su respuesta fue una política económica de bandas cambiarias. Israel adoptó un tipo de cambio central y permitió fluctuar dentro de una banda predefinida, la cual se deslizaba gradualmente hacia una devaluación controlada. A su vez, el tipo de cambio central se ajustaba periódicamente, permitiendo que el shekel (moneda local) fuera devaluado sin caer en un ajuste abrupto. Y se reguló la intervención del Banco Central: Israel intervino solo cuando el tipo de cambio alcanzaba los límites de la banda para garantizar que el mercado no tuviera volatilidad extrema. Todo esto fue acompañado por disciplina fiscal, una política monetaria coherente y la independencia de su autoridad monetaria.
¿Coincidencias con nuestro país? Muchas. ¿Podría Argentina hacer lo mismo? Esa es la gran apuesta, por lo menos en los primeros pasos de un plan económico que, claro, tiene sello propio. El esquema israelí preveía una banda cambiaria con un centro móvil -por ejemplo, con un deslizamiento del 2% mensual- y una fluctuación inicial de más/menos 5%. Sin embargo, el plan local se distancia de la cautela israelí: el plan propone una banda cambiaria mucho más amplia y menos gradual (+27% y -10%), lo que se podría considerar excesivo.
Pero supongamos, sólo por ahora, que el plan argentino sigue al israelí. ¿Qué viene? Al principio, Argentina podría mantener las bandas cambiarias por un período de tiempo, por ejemplo, entre 3 y 5 años, para restaurar la estabilidad. Creo que para el Presidente eso es mucho tiempo. Probablemente sea menos. A medida que el país ganara credibilidad y redujera su inflación, las bandas podrían ampliarse gradualmente, permitiendo un rango más amplio de fluctuación.
Eventualmente, hacia 2028 o 2030, Argentina podría abandonar el régimen de bandas cambiarias y pasar a un régimen de flotación administrada, donde el tipo de cambio ya no se controlaría, pero el BCRA seguiría utilizando herramientas para intervenir en momentos de alta volatilidad.
¿Qué se necesita para que funcione? No hay magia en la economía: el éxito de esta estrategia depende de tres pilares fundamentales: disciplina fiscal (sin emisión para financiar al Tesoro y con superávit primario sostenido), independencia del Banco Central (sin injerencia política y con objetivos claros) y compromiso político a largo plazo (algo poco frecuente en nuestra historia reciente). Mantener los puntos anteriores vigentes en el tiempo será el verdadero desafío.
Pero no todo lo que brilla es oro. El modelo israelí no está exento de riesgos. Adoptar este modelo no es fácil. Puede haber resistencia política si el tipo de cambio empieza a bajar y afecta a la industria o el consumo. También hay riesgo de especulación contra el peso, especialmente si no se acumulan reservas suficientes. Y la demanda social por mayor gasto público podría chocar con la necesidad de ajuste.
Por otro lado, hay mucho por ganar: una inflación en baja sostenida, reducción de la dolarización, recuperación del crédito, estabilidad cambiaria, mayor inversión, fortalecimiento institucional del BCRA y, lo más importante, una renovada confianza en el peso argentino.
¿Y si esta vez, sí? Ningún plan económico garantiza resultados. Pero mirar al futuro con estrategia, inspiración internacional y un cronograma claro puede ser un primer paso real hacia un país más estable. Las bandas cambiarias deslizantes pueden ofrecer a Argentina un puente creíble entre la inestabilidad actual y un futuro de estabilidad nominal con flotación plena. Quizás, si el plan se ejecuta con firmeza, en 2030 no estemos mirando modelos de otros países, sino escribiendo el nuestro. Uno al que, con suerte, otras naciones recurran algún día. Argentina también puede ser ejemplo.
*Economista. Presidente de UNIBER y Metrocúbico.
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