Cronista.
Avancemos hasta el año 2031. La Unión Europea agotó hace meses su 'Pacto Verde' de 250.000 millones de euros; la Ley de Reducción de la Inflación estadounidense también está llegando a su fin, y las cosas no van bien. Las ventas de autos eléctricos se vieron obstaculizadas por la escasez mundial y las subas de los precios del litio y otros minerales. Sin suficientes minerales para abastecer las cadenas de montaje, los trabajadores de todo el 'cinturón de las baterías' de Estados Unidos están suspendidos, y problemas de suministro similares asolan Europa. Las conversaciones con el nuevo cártel de productores de minerales críticos se han paralizado, en parte porque China, tras adquirir grandes participaciones en las minas de los países miembros, dirige el suministro a sus propios fabricantes de baterías. No tiene por qué ser así. Todos los analistas del sector están encendiendo las mismas luces de alarma: para 2030, la transición energética exigirá mucho más litio y otros minerales de los que el mundo está en condiciones de producir. Es fundamental aumentar la producción mundial de forma responsable. Evitar la escasez de minerales críticos requerirá unas 330 nuevas minas en la próxima década, según Benchmark Minerals, incluso asumiendo el máximo progreso en el reciclaje. Esto incluye 59 nuevas minas de litio; actualmente el mundo cuenta con un par de docenas.
Ningún país puede resolver este problema por sí solo. La magnitud de la oferta necesaria para hacer frente a la inminente escasez es mayor de lo que un solo país podría extraer. EE.UU. y sus socios pueden y deben cooperar para impulsar la producción exterior. Tampoco es un problema que el mercado pueda gestionar fácilmente por sí mismo. Hay varias razones para dudar del viejo dicho 'la cura para los precios altos son los precios altos'. Después de todo, los precios del litio han subido un 800% en los últimos tres años y, aún así, las empresas mineras, recelosas de la volatilidad de los precios, no están invirtiendo ni de lejos lo necesario.
Los recientes acuerdos sobre minerales críticos de EE.UU. con Japón, y pronto con Europa, ofrecen una apertura prometedora. Pero para evitar la escasez mundial, los responsables políticos deben ir mucho más lejos. Para empezar, tendrán que sentar a la mesa a los exportadores, no sólo a los compradores, integrando los acuerdos bilaterales de Washington con Japón y la UE en un nuevo pacto sobre minerales críticos con los principales países importadores y exportadores netos. Sin este tipo de ampliación, el mundo podría interpretar los acuerdos de EE.UU. con Tokio y Bruselas como un intento de 'club de compradores', lo que podría avivar las peticiones de algunos exportadores de formar un cártel de minerales críticos similar a la OPEP. Para que un nuevo club de minerales funcione, los países compradores deben ofrecer incentivos para ampliar la producción de forma responsable. Esto empieza por tratar los minerales en batería como productos básicos esenciales y adaptar la política en consecuencia. Al igual que en el caso de la agricultura y el petróleo, medidas ah hoc como el seguro de precios -básicamente un contrato que le da al vendedor la opción de vender una determinada cantidad de minerales a un precio y en un momento dados- serán importantes para fomentar la inversión en medio de la alta volatilidad de los precios. EE.UU. y otros importadores netos también podrían ofrecer reducciones arancelarias, financiación en condiciones favorables y acceso a la tecnología, todo ello supeditado a unas normas laborales y medioambientales más estrictas.
Además, EE.UU. y otros importadores netos deberían combinar acuerdos de compra a largo plazo con modelos más generosos de reparto del valor y cánones para los gobiernos exportadores. Los ejecutivos del sector minero me han dicho que estarían dispuestos a aceptarlos siempre y cuando los gobiernos ricos en minerales garanticen que no se nacionalizarán las inversiones existentes, lo que parece razonable.
En tercer lugar, todas las partes acordarían diversificar sus cadenas de suministro, lo que es especialmente importante en ámbitos como el procesamiento de minerales, donde China controla aproximadamente el 85% del mercado. Los miembros también cooperarían en materia de innovación y reciclaje para reducir la demanda. La magnitud de los déficits previstos implica una apuesta por la tecnología. Pero las tecnologías más prometedoras -como las baterías que utilizan sodio en lugar de litio- siguen enfrentándose a verdaderos obstáculos.
Con estas medidas, todos ganan: se impulsa la oferta y los exportadores netos obtienen inversiones y condiciones más generosas en los nuevos acuerdos. Las comunidades afectadas obtienen más beneficios. Avanzamos en la descarbonización de una de las industrias más sucias del mundo (Indonesia, primer productor mundial de níquel, tiene una huella de carbono seis veces superior al promedio del sector). Y el suministro garantizado puede incluso inducir compromisos climáticos por parte de otros grandes emisores. Convencer a la India de que prohíba los motores de combustión interna será mucho más fácil, por ejemplo, si la escasez de baterías para autos eléctricos no es un riesgo grave. La historia de los productos esenciales, especialmente los energéticos, está muy arbitrada por los gobiernos. Dentro de una década, los titulares podrían ser positivos: un próspero sector de fabricación de autos eléctricos, objetivos climáticos transatlánticos alcanzados y la tensa geopolítica del petróleo sustituida en gran medida por una energía segura y limpia. Pero eso depende de que Washington y Bruselas actúen ahora.
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