Ámbito.
El Gobierno promovió la idea de que la “emisión cero” por compra de reservas, anunciada a las apuradas por Javier Milei y Luis Caputo desde Estados Unidos el último fin de semana, es una profundización de la política monetaria contractiva para secar de pesos la economía. La interpretación más extendida entre analistas e inversores es que, en realidad, el corazón de la medida pasa por destinar el grueso dólares que deberían ir a las reservas a la intervención cambiaria para contener la escalada de la brecha. Con todo, existe un dato que ayuda a entender la preocupación de los funcionarios a la luz de los intentos por evitar un nuevo repunte de la inflación.
Una filmina del informe en inglés que presentó ante inversores de Wall Street el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, reveló que durante el primer semestre un tercio de las importaciones se pagó a través del dólar contado con liquidación (CCL). Fue en una serie de encuentros que mantuvo este lunes en Nueva York, hacia donde viajó con el objetivo de transmitir algo de calma luego del anuncio, que igualmente devino en un salto del riesgo país. En otra diapositiva, un gráfico mostraba cómo las reservas internacionales netas (de las que ahora se prescindirá en pos de intervenir sobre la brecha) volvieron a terreno negativo tras el pago a los bonistas de la semana pasada.
La novedad en cuestión confirma que durante la primera mitad del año muchas empresas decidieron correrse del mercado de cambios oficial (el MULC) ante la continuidad del cepo y el establecimiento de un esquema de pago cuotificado de las compras al exterior. Así, de los u$s27.700 millones de importaciones que se cancelaron en el primer semestre, u$s9.300 millones se pagó con divisas adquiridas en el mercado de capitales a través de operaciones de CCL.
Entre finales de enero y los últimos días de mayo, se vivieron tiempos de estabilidad e incluso retroceso de los dólares financieros. Por momentos, la brecha entre el CCL y el dólar importador (mayorista más impuesto país) se volvió casi nula. Esto llevó a firmas que no tenían margen de sus proveedores para seguir financiando pagos a volcarse al contado con liqui. E implicó aceptar que no tendrían acceso al dólar oficial durante los siguientes meses, tal vez ante la expectativa de que el cepo se abriera más temprano.
Todo esto tiene un efecto en la formación de precios: si por el mecanismo del dólar blend ya sabíamos que un 20% del precio de todos los productos exportables pasaba a tener como referencia el CCL, ahora vemos que un tercio de los bienes importados lo hacen a la misma cotización pero por la totalidad de su costo. Mientras la brecha era casi nula, no había impacto. Pero el recalentamiento de los dólares paralelos que se inició en la segunda quincena de mayo cambió la ecuación.
Brecha, inflación y luces amarillas
Junio ya mostró el primer freno a la desaceleración de la inflación en lo que va del año: el INDEC midió 4,6% mensual, que resultó más alto que el 4,2% de mayo. Es cierto que, en este caso, la suba del índice general tuvo el impacto de la suba de tarifas. Pero también lo es que el IPC Núcleo (que excluye los precios estacionales y los regulados) se estancó en el 3,7%, el mismo nivel que el mes previo.
Lo que relevaron algunas mediciones privadas durante el comienzo de julio resultó un llamado de atención. Por caso, Econviews, la consultora de Miguel Kiguel, relevó que en los supermercados del Gran Buenos Aires los precios de una canasta de alimentos, artículos de limpieza y perfumería aumentaron 1,6% en la primera semana del mes y se aceleraron al 3,7% en la segunda, un salto semanal que no se veía desde fines de febrero.
Como contó Ámbito, Caputo se reunió días atrás con ejecutivos de las principales firmas de consumo masivo y les pidió evitar aumentos “preventivos” en las listas de precios.
La aceleración registrada en algunas de las mediciones de alta frecuencia coincidió con la escalada de los dólares paralelos que se desató ante las dudas del mercado sobre la sostenibilidad del esquema cambiario. El viernes pasado la brecha entre el CCL y el mayorista había superado el 55%.
La expansión de la brecha reflejaba las presiones devaluatorias y, al mismo tiempo, incidían en la decisión de los exportadores de demorar los envíos de su mercadería a la espera de un dólar más conveniente, lo que (junto con otros factores) contribuyó a que desde junio se frenara en seco la compra de divisas del BCRA.
Todo esto representó un desafío para la estrategia de Milei y Caputo de aferrarse al "crawling peg" (ritmo de devaluación) del 2% mensual y al blend, como ancla cambiaria para intentar evitar un recalentamiento de la inflación, a contramano de las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) de devaluar y eliminar restricciones para apurar apuntalar las reservas. De hecho, los datos de Werning mostraron que el blend sumó una oferta al CCL durante el primer semestre (u$s7.600 millones) que fue menor a la demanda de los importadores en ese mercado (u$s9.300 millones). Con todo, muchos en la City leyeron la medida de este fin de semana como una bala de plata del Gobierno para sostener su esquema.
Anuncio, reservas y FMI
Los primeros impactos de la política de intervención cambiaria recargada en el mercado del CCL fueron duales: bajaron considerablemente los dólares paralelos, aunque también cayeron con fuerza los bonos soberanos en dólares y repuntó el riesgo país. La preocupación de los operadores pasa por la decisión de contener la brecha a costa de prescindir de la recuperación de reservas, que hoy se ubican en terreno negativo. Además, en numerosas mesas de la City ven la medida como una ratificación de que los dólares del FMI no aparecen en el horizonte.
Luego de que la brecha superara el 60% la semana pasada, el Gobierno viró una vez más. Días atrás, el equipo económico señalaba que la única fuente “benigna” de emisión monetaria era la compra de dólares del BCRA porque era importante recomponer reservas; el fin de semana, Javier Milei barrió con esa idea y anunció que desde este lunes ya no se emitiría más tampoco por esa vía.
¿Qué implica? Que los pesos que inyecte por la compra de dólares en el mercado oficial, el BCRA los esterilizará a través de la intervención cambiaria directa en el CCL a través de la venta de la mayor parte de las divisas que compró en la otra ventanilla. Si la perspectiva que manejaban en el Gobierno ya era la de una caída en las reservas netas de hasta u$s3.000 millones en el tercer trimestre (siempre desfavorable para el flujo de dólares por la estacionalidad), esta medida se encamina a exacerbar esa tendencia.
En el equipo económico informaron que prevén esterilizar $2,5 billones a través de la intervención cambiaria en el CCL durante las próximas semanas. De concretarse, como en términos netos no se avecina un período de compra de divisas, esto equivaldría (dependiendo de cómo varíe la cotización del dólar financiero) a desprenderse de entre u$s1.600 millones y u$s2.000 millones de las reservas. En mayo, último mes cerrado con saldo positivo, el Central compró u$s2.532 millones.
“Como las reservas netas siguen siendo negativas, usar casi todo lo que compren para intervenir en la brecha prácticamente garantiza que se mantengan en rojo, salvo que aparezca nuevo financiamiento externo”, le dijo a Ámbito un operador, preocupado por la señal negativa que esto representa para las chances de refinanciar la montaña de vencimientos de deuda en moneda extranjera de 2025. Solo entre títulos soberanos en manos de bonistas privados y BOPREAL, los vencimientos ascienden a casi u$s10.000 millones, según cálculos de 1816. Si se suman todos los compromisos de deuda externa, el número asciende a más de u$s17.000 millones.
En ese marco, muchos observan que se trata de una medida de patas cortas. “Esto dura mientras duren los dólares para intervenir”, planteó el analista financiero Christian Buteler en diálogo con este medio. Y afirmó que existen contradicciones discursivas en el Gobierno: “Hasta el viernes la prioridad era comprar reservas, sanear el BCRA… Ahora, la prioridad la tiene bajar la brecha. La semana pasada nos decían que la suba del dólar no era preocupante, que iba a converger la brecha hacia abajo, y el anuncio de esta operación muestra todo lo contrario”.
Además, en el mercado se da por descontado que la decisión se toma a costa de profundizar los cortocircuitos con el Fondo, de quien el Gobierno pretende recibir nuevo endeudamiento por u$s10.000 millones. A diferencia del anuncio de la migración final de la deuda del BCRA al Tesoro, que fue respaldado por fuentes del organismo minutos después de la conferencia de prensa de Caputo y Santiago Bausili del 28 de junio, esta vez el FMI eligió el silencio. Ya en 2018 la intervención cambiaria fue uno de los puntos claves de las discusiones entre el actual ministro de Economía (entonces presidente del BCRA de Mauricio Macri) y la burocracia de Washington, que derivo en la salida de Caputo.
“La prioridad no está en arreglar con el Fondo. Porque la medida es lo contrario a lo que pedía el FMI: si criticaba el dólar blend, imaginate esto. Creo que va a haber un nuevo acuerdo igual. Pero yo ya descreía de que fuera a haber dólares nuevos; esto me lo confirma. Me parece que a Caputo no le van a dar más dólares”, consideró Buteler.
Por su parte, un análisis de la consultora Vectorial, de Eduardo Hecker y Haroldo Montagu, sostuvo: “Más que dinamitar un salvador acuerdo con el FMI (que, como insistimos, era difícil de pensar para septiembre considerando las elecciones norteamericanas y que los pagos de capital al organismo recién empiezan en 2026), es el reconocimiento de que esa posibilidad no estaba hoy en la mesa”.
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