Emprendedor: es austríaco, llegó al país por un sueño romántico y hoy revoluciona la construcción con la fusión de madera y concreto
- Equipo OB
- hace 1 día
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La Nación.
“Estoy en Misiones por un sueño romántico de mis padres, que como muchos europeos centrales, vinieron a buscar el clima cálido y la tranquilidad de un lugar donde se duerme la siesta”, explica, con una sonrisa, Darío Cordes, de 39 años. Este austríaco, que habla español con acento, vino con sus padres y su hermana Sarah a los 9 años, y recaló en Montecarlo, a pocos kilómetros de Caraguatay, el lugar donde vivió unos años de su infancia Ernesto “Che” Guevara en los años 40.
Allí sus padres, que en parte se fueron de Europa por el resurgimiento de la ultraderecha a mediados de los 90, compraron una chacra con un gran frente al río Paraná, un paraíso de mucho verde, paz y tranquilidad. “Íbamos a la escuela a caballo”, cuenta Cordes.
Tras estudiar gastronomía y trabajar en lugares como el Palacio Errázuriz, a bordo de cruceros de lujo o en Chamonix, al pie del Monte Blanco, decidió volver a Montecarlo para armar una empresa en medio de la tranquilidad misionera, casi como siguiendo el llamado de sus padres.
Cordes fundó hace casi 10 años un emprendimiento que, utilizando una tecnología suiza, se dedica a tomar los desperdicios forestales como el raleo o las puntas de los pinos, muy abundantes en el Alto Paraná misionero, extraer las fibras y mineralizarlas con un método que trajo de Europa.
De esta forma produce ladrillos y otros materiales para la construcción que empiezan a ganar cada vez más adeptos en el mercado, sobre todo por su resistencia y su perfil ecológico.
“Podemos hacer cualquier formato constructivo, formatos autoportantes, construcción modular, cerramientos macizos, tenemos cerramientos bastante amplios”, detalla.
Los ladrillos tienen el mismo aspecto del concreto, pero son más livianos, resistentes y muy ecológicos, asegura Cordes, “porque tienen una huella de carbono positiva, es decir, capturan más CO₂ que lo que emiten por el proceso productivo”.
Simacon es el acrónimo de “sinergia entre madera y concreto”, señala Cordes, aunque también afirma que le gusta pensar que el nombre evoca a “sistemas y materiales de construcciones”. Desde su planta ubicada en la ruta provincial 211, en las afueras de Montecarlo, esta pyme abastece ya a 12 provincias y empezó a exportar a Paraguay y Uruguay, con planes de abrir una segunda planta en Corrientes.
“El sistema constructivo es también más barato por los menores tiempos. Nuestros principales competidores no son los ladrillos, sino los sistemas modernos de construcción, premoldeados o sistemas tipo hormigón celular. Nuestra ventaja es la velocidad de ejecución y la resistencia final del edificio”, dice este austríaco que nació en el sur de la provincia de Estiria.
Ese lugar, de fuerte perfil forestal como Misiones, es denominado “el corazón verde de Austria”. Indica que la tecnología por la cual se mineralizan las fibras de la madera no es nueva, sino que se descubrió hace casi 100 años en Europa. Es el primero que la aplicó en Sudamérica, donde crece el interés por el perfil ecológico de los materiales entre sus potenciales clientes, en especial en sectores que buscan la sustentabilidad, como el petrolero.
Ya el año pasado le vendieron los materiales para una moderna estación de servicio de YPF y luego vinieron otros dos proyectos con la petrolera. También realizaron 192 casas en Vaca Muerta. “Para cada proyecto aportamos asistencia técnica, asesoramiento en la construcción”, afirma.
“Nuestros ladrillos son 85% madera, tienen una huella de carbono excelente, capturan más de lo que emiten. Nosotros ya desde 2022 hacemos la certificación de la huella de carbono constantemente. Y después está el tema de la eficiencia energética”, agrega.
Los materiales tienen certificación de aptitud técnica avalada por la Secretaría de la Vivienda, necesaria para cumplir con cualquier requisito a la hora de tomar créditos hipotecarios para financiar la construcción o la compra, también para realizar una obra pública.
“También tenemos el certificado FR240 del INTI, de máxima resistencia al fuego, y certificamos la huella de carbono con una consultora”, indica. Por cada m² producido aseguran que captan 36 kilos de CO₂ y desde 2018 ya llevan capturados más de 1,8 millones de kilos de CO₂.
Al hablar sobre la cadena de hechos familiares y casualidades que llevaron a los Cordes de la lejana Austria hasta la remota localidad de Montecarlo, en la Argentina, Darío recuerda que sus padres son amantes de la naturaleza y donantes de Greenpeace de toda la vida.
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