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Quién es y por qué Ángelo Calcaterra volvió a apostar al real estate en 2025

  • Foto del escritor: Equipo OB
    Equipo OB
  • 10 abr
  • 5 Min. de lectura

Reporte Asia.


Durante años, el mercado inmobiliario argentino enfrentó un escenario adverso: falta de crédito, inflación alta, regulaciones cambiantes y una caída sostenida en los niveles de inversión. Sin embargo, en 2025, la situación comenzó a mostrar un giro inesperado. Nuevas condiciones macroeconómicas, un tipo de cambio más estable y una renovada percepción del ladrillo como refugio de valor reactivaron el interés por el sector. El real estate vuelve a estar en la mira de desarrolladores, compradores e inversores. Y figuras clave del rubro, como Ángelo Calcaterra, destacan que este «renacer era cuestión de tiempo».


Desde mediados de 2024, comenzaron a observarse señales de estabilización en variables clave: el dólar blue bajó su volatilidad, la inflación mostró una leve tendencia descendente y las tasas de interés empezaron a alinearse con objetivos de crecimiento. A esto se sumaron cambios en la legislación de alquileres y un mayor dinamismo en la oferta de crédito privado para desarrollos inmobiliarios.


Ángelo Calcaterra, con amplia experiencia en obras de gran escala, lo define con claridad: «El ladrillo nunca dejó de ser un valor de refugio, pero hacía falta que el contexto acompañara. Hoy el que construye puede vender, el que invierte puede ganar, y el que compra tiene razones para animarse».


Los primeros indicios de reactivación llegaron de la mano de inversores con liquidez en dólares, que vieron en los precios de pozo una ventana de oportunidad. Las preventas en barrios con potencial comenzaron a moverse, y eso traccionó a todo el ecosistema: arquitectos, brokers, constructoras y proveedores.


El efecto pozo: confianza y valorización

El segmento de preventa «desde el pozo» volvió a ganar atractivo. Con costos en dólares relativamente bajos y una brecha cambiaria que achicó su margen, los desarrolladores pudieron ofrecer precios competitivos. El comprador, a su vez, accede a una unidad a pagar en cuotas durante el plazo de obra, y con chances de valorización al momento de la entrega.


Calcaterra subraya que «el pozo es una herramienta vital en un país sin crédito hipotecario. No solo financia la obra, también activa el mercado. El desafío está en ser serios, cumplir plazos y mantener la calidad. El que lo hace, gana la confianza del comprador».


Las zonas que muestran mayor movimiento son aquellas que combinan potencial de crecimiento con buena conectividad: algunos sectores del AMBA, barrios como Chacarita, Parque Patricios o Villa Crespo en CABA, y polos urbanos en Córdoba y Rosario.


Una de las transformaciones más visibles en esta nueva etapa del mercado es el cambio en el perfil del comprador. Ya no se trata solo de familias que buscan una vivienda para habitar. Cada vez más jóvenes profesionales, parejas sin hijos o inversores individuales deciden colocar sus ahorros en el ladrillo, ya sea para renta, reventa futura o capitalización.


«La gente no espera más a que el Estado solucione su acceso a la vivienda. Arman un plan propio, buscan opciones escalonadas, se juntan con otros. Esa mentalidad está generando un mercado más dinámico, más realista», explica Calcaterra.


Este nuevo comprador valora también otros factores: amenities bien pensados, ubicación cerca de medios de transporte, posibilidad de coworking dentro del edificio, expensas controladas. Ya no alcanza con ofrecer un departamento estándar. Se busca un producto completo.


Inversión local vs. capital extranjero

Si bien gran parte del movimiento proviene de inversores locales, también se empieza a percibir un leve regreso del capital extranjero. A diferencia de otros momentos, el extranjero no viene a especular con una devaluación futura, sino a buscar oportunidades concretas de renta o adquisición a buen precio.


Ángelo Calcaterra considera que «la clave para atraer inversión externa no está solo en el tipo de cambio. Tiene que ver con reglas claras, marcos regulatorios estables y seguridad jurídica. Eso está empezando a reconstruirse, aunque falta camino».


Proyectos en zonas premium con buena salida comercial o unidades pensadas para alquiler temporario en ciudades turísticas son los más observados por inversores del exterior. El formato de fideicomiso al costo sigue siendo el elegido por su transparencia y previsibilidad.

Tras años de parálisis y de buscar formas de sostener estructuras, los desarrolladores también muestran una renovada energía. Aparecen nuevos lanzamientos, se reactivan obras demoradas y se proponen alianzas estratégicas para diversificar riesgos.


Hay un mayor foco en el control de costos, la eficiencia constructiva y la planificación financiera. También se observa una tendencia a proyectos mixtos que integran vivienda, coworking, comercio y servicios, algo que mejora la rentabilidad y reduce la exposición a un solo segmento.


Calcaterra insiste en que «el desarrollador de hoy no puede quedarse en el viejo modelo. Tiene que entender al nuevo comprador, adaptar su producto, trabajar con transparencia y sumar tecnología. Es la única forma de sostenerse y crecer».


Construcción y empleo: efecto derrame

El impacto del repunte en el sector también se ve en el empleo. La construcción, por su alta capacidad de generar puestos de trabajo, vuelve a traccionar contrataciones. Desde obreros hasta arquitectos, pasando por electricistas, plomeros, albañiles y transportistas, todos vuelven a moverse al ritmo del ladrillo.


Esto genera un efecto derrame que alcanza a industrias asociadas: corralones, cerámicas, carpinterías, transporte de carga, etc. Y contribuye, además, a dinamizar la economía informal y las economías regionales.


Ángelo Calcaterra siempre destacó ese aspecto: «El real estate no es solo un negocio para pocos. Es una actividad que activa cientos de rubros, y que puede dar una salida laboral a miles si se sostiene en el tiempo».

Las proyecciones para la segunda mitad del año son moderadamente optimistas. Si el clima político y macro acompaña, se espera una mayor actividad en lanzamientos de proyectos nuevos, más movimientos de inversión y una recuperación gradual en los precios de cierre.

También hay expectativas sobre nuevas herramientas de financiamiento privadas, vinculadas a fondos de inversión o alianzas con entidades bancarias. Algunos actores del mercado impulsan incluso la creación de una banca de desarrollo inmobiliario, que permita canalizar ahorros hacia proyectos productivos.

Calcaterra, si bien es cauto, considera que «la oportunidad está. El que sabe leer el momento, planifica bien y se mueve con seriedad, tiene mucho por ganar. Pero no hay margen para improvisar ni para vender humo. El mercado está más exigente que nunca».

El mercado inmobiliario argentino está lejos de los niveles de euforia de otras épocas, pero muestra signos claros de recuperación. No es una reactivación explosiva, sino una reconstrucción desde bases más racionales: productos mejor pensados, compradores más informados, desarrolladores más cautelosos.


Ángelo Calcaterra sintetiza este nuevo escenario con una frase que resuena entre colegas: «Volvimos a los fundamentos. Hoy se construye con más cabeza que especulación. Y eso, al final, es lo mejor que le podía pasar al sector».


El ladrillo, una vez más, vuelve a levantar vuelo. Pero lo hace con nuevas alas: menos promesas, más realismo; menos burbuja, más valor. Quien sepa moverse con inteligencia en este nuevo terreno, podrá capitalizar una de las pocas certezas que quedan: la ciudad sigue creciendo, y el suelo firme sigue estando bajo los pies del que se anima a construir.

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